Álvaro Ramírez IIIEl Betis se agarra a la Primera división, a sus posibilidades de permanencia, que se sitúan a siete puntos (Osasuna) tras la trascendental victoria lograda en Valencia ante el Levante de Joaquín Caparrós. El conjunto verdiblanco vuelve a creer en el milagro tras un triunfo vital capitalizado por Jorge Molina, que decantó la balanza saliendo desde el banquillo con un gol y una asistencia.
Significó el partido la primera victoria del Betis a domicilio en toda la temporada. Los puntos convierten el choque ante el Málaga en un asidero inexcusable para el futuro y para la ansiada salvación. Y cabe confiar. Al menos cabe confiar en una nueva victoria en ese partido teniendo en cuenta que, a sabiendas de las limitaciones defensivas verdiblancas, quizás pueda agarrarse al ataque. Por ejemplo, con el que ha cerrado el partido el Betis ante el Levante, con Molina en el campo, claro que sí, con Rubén y con Leo. Debe Calderón hacer jugar ese trío, e incluso dinamizarlo aún más con otras aportaciones, como las de Vadillo, que también dio buenos minutos en Valencia.
Quizás, pues, comprobado que la defensa bética, por mucho que se refuerce, peca siempre de debilidad, sea el momento de apostarlo todo al ataque, apostarlo todo a la ilusión y apostarlo todo al partido ante el Málaga.
De hecho las intenciones del Betis en el Ciudad de Valencia, al menos mostradas con su alineación inicial, eran más atrevidas que en otros encuentros disputados a domicilio por el equipo de Calderón. Además, las circunstancias, la baja de Paulao a última hora, obligaron incluso a darle un cariz más valiente al equipo, porque N'Diaye retrasó su puesto y Salva Sevilla entró en el doble pivote.
Tenía que arriesgar en todo caso el Betis. La jornada se postulaba propicia, perdían todos los equipos que marcaban la frontera de la salvación y una victoria podía alimentar la esperanza. De ahí ese mayor arrojo de Calderón. Pero en la práctica, eso sí, esa valentía no se plasmó demasiado en el desarrollo del encuentro de inicio. Porque el planteamiento heliopolitano sobre el césped era algo difuso. El 4-4-2, convertible a veces en 4-1-4-1, apenas ponía en problemas a una física medular levantinista. Los rechaces, los balones divididos, casi siempre eran para los locales. Y las primeras ocasiones también lo fueron.
Pero a pesar de ello, el Betis se adelantó y dio pie al optimismo. Lo hizo por obra y gracia de Salva Sevilla, que tiró primero de inteligencia al sacar rápidamente una falta en el centro del campo para coger en inferioridad a una zaga que difícilmente queda desprotegida y luego de efectividad. Porque él mismo, que sacó la falta, llegó a posiciones de remate para marcar y hacer el 0-1 tras el rechace de Rubén Castro.
Con el marcador a favor, el conjunto bético encontró alguna que otra vía de penetración hacia la portería de Keylor. Sobre todo por Juan Carlos, uno de los más acertados. Pero paradójicamente, con el resultado de cara el Betis volvió a mostrar debilidades. La defensa es blanda como la mantequilla, y el centro del campo pasivo como las oraciones. Inexplicable fue la pasividad, por ejemplo, de Salva Sevilla, Lolo Reyes (vergonzoso su trote en la jugada del empate mientras Diop ganaba la posición de remate) y casi toda la zaga bética en el tanto del empate. Tardó El Zhar una eternidad en buscar una opción de pase, pero ni así recibió el acoso de la defensa. Apareció Diop ante la nula oposición y se sacó un duro y seco remate raso que no pudo o supo detener Adán. Quizás pudiera hacer más el meta, pero sin duda lo hizo en jugadas sucesivas propiciadas muchas por la siesta continúa en la que parecía vivir N'Diaye.
Tal y como iba el encuentro, la fórmula verdiblanca se asentaba en sobrevivir en él. Lo hizo en el inicio de la segunda parte, a pesar de que el Levante gozó de alguna otra ocasión debido a la pasividad de la defensa verdiblanca. Pero entre Adán y los romos granotas el resultado no se alteró. Alcanzó la segunda mitad su ecuador y era el momento de darlo todo, de tomar una decisión, asumir riesgos. Ir a por la victoria y dejar atrás la inocuidad del empate. Y lo hizo Calderón, lo hizo el Betis. El técnico argentino sacó al campo al a la postre decisivo e inexplicablemente no habitual Jorge Molina. Y el alcoyano, que siempre responde, dio vida, alas e ilusión a su equipo. Fue él quien hizo el 1-2 de magnífico remate tras un chispazo de Vadillo bien continuado por Baptistao, y fue él, Jorge Molina, el que creó la jugada del 1-3, que a placer anotó Rubén Castro para maquillar un nulo partido a nivel individual.
No necesitó mucho el Betis para hacerle daño al Levante. Solo le había faltado claridad, la que tuvo el atacante verdiblanco, que decantó el encuentro en su último tramo en sus 25 minutos en el choque.
Logró el equipo bético su primera victoria a domicilio ante el Levante de Caparrós, una victoria que debe ser también la primera de su remontada final, la que con estos tres puntos se ha vuelto posible. Son siete los puntos de desventaja que tiene el conjunto de Calderón con respecto a Osasuna, que marca la frontera. Claro que es difícil, faltaría más con la temporada que lleva el conjunto de Heliópolis, pero es posible. Siete puntos que recortar en ocho encuentros. Ahí está el desafío renovado.