Esta vez el Betis fue el león

Como fieras. Leones o lobos. Que el bético elija. El Betis respira en la Liga gracias a un triunfo vital ante el Athletic. No era una final, pero lo parecía por la intensidad verdiblanca. Un partido sin alardes, pero efectivo. Y un entramado defensivo espectacular. En algo se nota la mano de Víctor en este Betis. Otra vez 1-0 y gol de Rubén Castro. La historia de otras veces, ahora diferente por la forma. Este Betis, así, con intensidad, sí alegra a su afición. La verdadera manada.

Porque el Betis tenía un examen importante para despedir el turbulento 2016 como local. El Athletic, con nombres de postín y otros tantos que lo serán en poco tiempo, nunca encontró la forma de hincar el diente. El león no fue tan fiero, quizás por méritos del propio Betis, que mató varios pájaros de un tiro: tres puntos, portería a cero y la grada contenta.
Con Víctor, al menos, que no es poco, la intensidad no falta. Y con eso, a veces, basta para ganar. Ni el típico arbitraje de Mateu Lahoz, al que todos conocen pero nadie quiere entender, condicionó a un Betis rocoso atrás, con Donk haciendo las veces de central, pivote y de lo que hiciera falta, con tal de que Aduriz o Raúl García no pillaran uno de esos balones que suelen pillar, y que casi siempre acaban en gol.

El equipo de Víctor apretó desde el inicio, con dudas durante unos minutos sobre el sistema, pero una vez que quedó claro el Athletic lo sintió. Durmisi avisó con una falta antes de que Aduriz desperdiciara una buena ocasión tras una jugada de tiralíneas. Luego llegó la grada se convirtió en un volcán en erupción. Primero por una falta de Laporte sobre Rubén Castro que acabó con amarilla para el delantero cuando lo normal hubiera sido la expulsión del central francés, que tenía ya una tarjeta.

El lío de Mateu

Mateu cabreó tanto a la grada hasta tal punto que el Betis se creció. Lo que habitualmente era falta, con este árbitro no lo es. Y así llegó el 1-0. El Betis robó el balón en la salida del Athletic, el árbitro dejó jugar y Sanabria se plantó ante Kepa. A su derecha, quién si no, apareció Rubén y el paraguayo no lo dudó. Y el canario, por tercera semana seguida, no falló. El éxtasis llegó al Villamarín que no se había olvidado aún de la no expulsión de Laporte.
La intensidad fue tremenda, sobre todo por el lado local. La defensa de cinco, o de seis, o de cuatro, según se mire, no dejaba un hueco posible para que Beñat, en su vuelta a Heliópolis, o el intrépido Muniain asistieran a sus delanteros. Ese trabajo estaba bien hecho y se notó la mano del entrenador durante la semana. Sanabria y Rubén, mientras tanto, esperaban una contra para firmar el segundo, que bien pudo llegar poco antes del descanso. El canario esta vez sí falló.
Ernesto Valverde movió varias piezas tras el descanso, una de ellas Laporte, como augurando quedarse con diez en cualquier momento. El Betis dio un peligroso paso atrás, más peligroso aún con las pérdidas tontas de Piccini. Rubén, desesperado con tanto hueco, reclamaba a los suyos salir, pero la gasolina se iba agotando. Víctor también olió el peligro y quitó al carrilero italiano, entre reventado y perdido. Luego quitó a Rubén: el mensaje era claro.
El Betis aguantó el tirón como pudo, como mejor sabe. Sin intensidad, este Betis no es nada. Joaquín tuvo el 2-0 en su cabeza, pero se quedó sin aire. Cuando fallaron las fuerzas, apareció la manada de la grada. Los lobos se convirtieron en leones por un día. Porque el animal, con tres puntos en el zurrón, da igual como se llame.
 
 

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