El banquillo del Betis convertido en una silla eléctrica

La mala situación que atraviesa el Real Betis es longeva y se prolonga ya en el tiempo. Nefastos resultados deportivos y un convulso clima institucional que parece no tener un fin cercano pese al reciente acuerdo. Todos los años se lanzan mensajes de optimismo y esperanza que terminan por convertirse en cenizas mientras la afición asiste pasiva al inexorable paso de los días. El banquillo de la entidad es el fiel reflejo de esta inestabilidad. Los entrenadores son siempre el eslabón más débil y los que pagan la mala gestión realizada.

Desde la temporada 2012/2013 un mismo entrenador no empieza y acaba la campaña. Con Mel, aquel curso, el Betis logró clasificarse para la Europa League. Un horizonte desastroso se avecinaba. El madrileño sólo duraba 15 jornadas en el cargo. La plantilla de los Verdú, Juanfran, Figueras, Steinhöfer, Cedrick o Chuli acabó descendiendo con 25 puntos a Segunda División. Garrido cogió el relevo de Pepe Mel y aguantó cinco partidos. Con el equipo 'muerto', Gabriel Humberto Calderón vivió el desenlace de la tragedia.
Un año más tarde, el Betis se encomendó a Julio Velázquez para el retorno a Primera. También acabó 'ajusticiado' con celeridad. Sólo 14 envites en el cargo. Merino tomó las riendas de la entidad antes de que Mel regresara por segunda vez. Conseguiría el objetivo del ascenso pero en la máxima categoría un año más tarde tropezó de nuevo. Y como si de un círculo vicioso se tratara, Merino era el siguiente en 'quemarse' en el banquillo de La Palmera.
Este año, Torrecilla reclutó a Gustavo Poyet. El uruguayo tampoco fue motivo de éxito. Once jornadas. Eso fue lo que duró. Víctor es el último de esta amplia nómina de entrenadores encargados de añadir a sus currículos una experiencia negativa. Con tantos cambios en tan poco tiempo parece difícil de creer que el problema sea cuestión de técnicos.