-Dame la mano, cierra los ojos y escucha esta historia, abuelo.
Te juro que jamás pensé en este día, que nunca logré imaginar el valor que adquiriría el transmitirle estas palabras, que si amargo era el pensamiento más lo es manifestarlo.
Hace tiempo que no eres el mismo, que dejaste de ser aquello de lo que presumía, de propagar el perfume que te identificaba. Se marchitó tu alegría, se quemó la esperanza e inundaste de desesperación a tus seres más queridos. Dicen los más sabios del lugar que los años no pasen en balde y tu enfermedad probablemente carcoma tu cuerpo, pero no el alma. Y es que por más que el tiempo atice aún quedan algunas gotas de tu esencia, aún guardas la savia nueva que inculcaste, aún laten esas trece arterias que bombean el verdiblanco.
Y es que tú, abuelo, eres el Betis. ¿Lo recuerdas? Tu llegada al mundo trajo la mayor ilusión jamás contada, la misma que resultó el fruto de tus éxitos. Tú y solo tú labraste tu camino, aquel mismo que sin más herramientas que unos guantes y un par de botas logró convencer a tus sucesores sembrando el fervor entre los que te conocían tras aquel bendito contrato conseguido en Santander.
Mi madre me contaba que te enamoraste de una gitana mora llamada Heliópolis y que fue entonces cuando la cordura se tornó en la más dulce locura. La misma que alumbró a tus hijos más fieles, a los baluartes que incluso tú admiras. Desde Esnaola hasta Gordillo terminando en el pequeño Joaquín. Aquellos que hoy aún te tachan de cascarrabias, pero que mueren por volverte a ver sonreír.
Por eso te pido mi última premisa. Recuerda todo eso con alegría, como yo intento contártelo por más que duela. Mira esta foto. Ellos son tus nietos, los que presumen de tus colores allá por donde van. Los que luchan por devolverte la sonrisa, los que no cesarán en su intento de recuperar tus fuerzas, los que jamás dejarán que te caigas.
Ahora toma tu cordón, arrópate y duerme un poco, que tienes que recuperar las fuerzas. Dame un beso abuelo, sueña con lo vivido y, por favor, ponte bueno pronto.
Sin palabras, hacía tiempo que no leía algo tan bonito. Enhorabuena por tus palabras, he visto reflejados a mi abuelo.
Me ha emocionado.