El Betis persigue con el fichaje de Joan Francesc Ferrer 'Rubi' la continuidad de un estilo de juego implantado por su antecesor, Quique Setién, una mayor versatilidad en sus prestaciones en función del rival y las circunstancias y, además, la estabilidad de una entidad que, sin llegar a la convulsión, sí ha vivido división y crispación entre partidarios y detractores del cántabro.
El marchamo del gusto innegociable por el balón y el toque implantado por Setién en sus dos años en Heliópolis empezó a torcerse y a ganar detractores cuando no acompañaron los resultados y, pese a ello, el santanderino mantuvo contra viento y marea que su "plan B" pasaba por "mejorar el A", lo que terminó jugando en su contra y precipitando su adiós cuando tenía un año más de contrato.
La aparente falta de alternativas ante circunstancias y rivales muy diferentes, la gestión de parte de la plantilla, sobre todo en el segundo año, y, en especial, la ausencia de gol han sido aspectos que se han puesto en el debe del cántabro y que ahora deberá manejar Rubi, con contrato hasta 2022, cuando se haga cargo del equipo.
Pese a los peros a la labor de Setién, los rectores del Betis, el presidente Ángel Haro y el vicepresidente José Miguel López Catalán, mantuvieron su fe en su concepto hasta el punto de que fue ratificado en su puesto cuando el Villamarín había cantado el 'Quique vete ya' y no fue hasta la última jornada liguera cuando éste dejó el banquillo verdiblanco.
Tanto Haro como López Catalán apoyaron la opción de Setién y su idea de juego frente a un concepto más reticente y abierto a modificaciones tácticas que fue el mantenido, aunque siempre de manera discreta y casi entre líneas, por el vicepresidente del área deportiva, Lorenzo Serra Ferrer.
La minigira por Estados Unidos tras el fin de la Liga ya no la hizo Setién y en ella el equipo fue comandado por el secretario técnico bético y hombre de confianza de Serra, Alexis Trujillo, y el preparador físico Marcos Álvarez en un ambiente en el que no dejaron de deslizarse ideas para la próxima temporada asociadas a entrenadores que las encarnasen.
Este baile de nombres y la manifiesta fe de Haro y López Catalán en el concepto de Setién es el que ha hecho que el club haya precisado en el comunicado de anuncio de Rubi que éste ha sido la "primera opción de los verdiblancos para su banquillo" y que "le dará continuidad a un estilo de juego que el Real Betis ha hecho propio".
No es poca la tarea que le queda al de Vilasar de Mar una vez que sea presentado la próxima semana, como ha anunciado el club, pero en el frontispicio de todas ellas deberá estar la de convencer con su credo y decisiones a una afición en la que se han percibido en las últimas fechas rasgos de exigencia muy ajenos al beticismo ancestral.
No es que el Betis no exija, que lo hace, sino que muchos béticos han adoptado posiciones de intransigencia que han enrarecido el ambiente, dificultado la labor de entrenador y jugadores y, en suma, precipitado la salida de Setién con unos números que, en frío, se ajustan, en general, a los objetivos marcados y al nivel económico de la entidad.
En el balance de sus dos años figura una clasificación europea en el primero, un hito que no pudo repetir en este último curso (décimo), marcado por la dolorosa eliminación en dieciseisavos de la Liga Europa ante el Rennes francés y en semifinales de la Copa del Rey contra el Valencia, que a la poste levantó el trofeo de campeón en el Benito Villamarín.