La torrija más amarga de Cuaresma

Llámese despiste, error. O también pueden catalogarlo de torrija, como aquí le llamamos, aunque esta resultó más amarga que de costumbre y no se come. Un desacierto de la retaguardia condenó al Real Betis en uno de los derbis más insulsos de la historia reciente. Cuando más sólida, compacta y trabajada parecía la defensa, aquel talón de Aquiles del club desde antaño, los fantasmas del pasado reservaron su plaza en el Sánchez-Pizjuán para desnudar las carencias, señalar a los zagueros y condenar los intereses del cuadro verdiblanco. Y en el derbi, donde más duele.

La Cuaresma, un prólogo ideal para el derbi

El inicio de esta Cuaresma bien podría haber servido de prólogo para el derbi, en clave verdiblanca. Una época, o cita, señalada por la magia que desborda, la alegría que rebosa, los nervios, la pasión, el amor... Y calcando el paralelismo, se tiñó de tonos oscuros. Sin gente, el duelo se inundó de apatía e impotencia ante lo que se quiere y no se puede tener. Con el plante del autobús a la afición bética, el Sevilla metió el primer gol.

Y eso que empezó bien plantado. El Betis logró lo que no conseguía desde hace década y media. Infundió respeto en el rival, algo contenido y titubeante al inicio ante la racha que atesoraban los de Heliópolis. Las tornas se cruzaron y ambos equipos intercambiaron sus roles. Pellegrini ejecutó una presión alta, priorizando el trabajo y la brega, entregando el protagonismo al rival. El Sevilla recogió el desafío, dio un paso adelante y se hizo con la posesión, aunque de poco efecto le servía...

... hasta que el Betis volvió a ser más Betis que nunca. Un error defensivo lo pagó demasiado caro el equipo. Un despiste de Mandi, acompasado por una lentitud tremenda de Víctor Ruiz en la transición y una salida en falso de Joel. Un tridente maligno y mortal, si se juntan en clave negativa. Y lo de (casi) siempre, con los fantasmas defensivos ofreciendo sus típicos quebraderos de cabeza.

Un Betis sin defensas

No fue (muy) inferior el Betis. Quizás mereció algo más. Nadie podrá negarlo. Pero así es imposible. Difícil aspirar a más si tienes la tercera defensa más goleada de LaLiga. Por mucha mejoría que exista. Utópico golpear al mentón si partidos de igualdad se desequilibran con errores. Complicado entrar en Europa si se conceden facilidades. Y muy delicado si en frente tienes un rival de la altura del Sevilla FC. Que no es el Cádiz, el Alavés, Osasuna o el Celta de Vigo. Y vaya por delante el respeto.

Apenas hubo fútbol. Ni siquiera muchas ocasiones. Casi nadie recordará este derbi por la brillantez de su juego. Eso sí, que quede claro, tampoco hace falta. Los derbis se cuentan por triunfos y derrotas. Un duelo soporífero, con más tensión y nervios que fluidez, que de nuevo cayó del lado rival. Un Sevilla que difícilmente falla. Un rival sabe mejor (infinitamente) jugar este tipo de partidos y que nunca perdona. Y así, el Betis seguirá siendo 'betis'. En minúscula.