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Joaquín, un pararrayos de 40 años, limpia la plata para su Betis

Periodista especializado en fútbol y baloncesto.

Merecería ser eterno, que no tuviera que retirarse nunca. Joaquín, la leyenda viva en verdiblanco, rescató al Real Betis en la vuelta de la semifinal de la Copa del Rey ante el Rayo Vallecano y lo puso mirando para La Cartuja. El portuense, probablemente el mayor genio que ha dado el beticismo junto a don Rafael Gordillo, se convirtió en el pararrayos de 40 años de su Betis. Salió a falta de diez minutos y cambió el signo de un partido que había cogido muy mala pinta. Saltó al césped para limpiar la plata por la que luchará el cuadro verdiblanco, 17 años después, en Sevilla.

El Real Betis mereció un poco más ganar, aunque no demasiado, pero desde luego no mereció perder. Y a punto estuvo de hacerlo, lo que le hubiera condenado a una prórroga preñada de incertidumbre. Pero Joaquín no es sólo leyenda, es un ángel de la guarda para este Betis que siempre lo tiene cuando lo necesita. Como su ídolo Curro Romero, sacó el capote de su clase y dio un pase de oro y luces a Canales para empatar lo que el rayo de Bebé había puesto un poco más negro.

Quien se haya criado en la fe verdiblanca supo desde el inicio que era un buen día para ensayar plegarias. El partido se encasquilló pronto para un Betis que parece haber perdido su aureola. Mario Suárez, jugador del Rayo Vallecano, confiaba en la previa en lo que tenía preparado Andoni Iraola. Y a fe que no iba mal encaminado, porque el técnico guipuzcoano demostró por qué se está ratificando como uno de los más prometedores del fútbol español. Él mismo precisó que confiaba en la remontada y su plan se impuso al de Pellegrini. durante muchos minutos.

La presión alta del Rayo incomodó al Betis

La presión alta del cuadro madrileño le hizo áspero el choque a los heliopolitanos. Los dos equipos quieren tener la pelota. El Betis la tuvo más, pero el Rayo la tuvo mejor y, sobre todo, mostró que sabía perfectamente a lo que jugaba: castigar a Canales en defensa cargando su juego por una banda izquierda agudizada por los puñales García, Fran y Álvaro; y obligar al Betis a entregar la pelota pronto, sin sacarla jugada, sin sentirse protagonista con el balón. Bueno, y dársela Trejo, un extraordinario futbolista que ejerció de verdad de capitán de la banda sangre vallecana.

Fekir y Guido pugnan con Trejo (Foto: Kiko Hurtado).

Como ha empezado a verse en los últimos encuentros, Pellegrini no pareció dar con la tecla de las soluciones y los suyos se perdieron mucho en la incomodidad, sin precisión y sin encontrar las asociaciones que le han dado el nivel del último año y pico. Y, lo que era más preocupante aún: sin hallar el resquicio para que alumbrara la magia de Canales y Fekir. Amén de la presión del rival, al franco-argelino se le veía aún lastrado por la caricia de Acuña en el derbi del pasado domingo. El conjunto verdiblanco no es que se muriera en apuros, porque en defensa se mostraba sólido, aunque la inquietud sobrevolaba el Benito Villamarín con una franja roja en el pecho.

La segunda parte comenzó con la misma tónica. No obstante, el poquísimo veneno del Rayo en cuanto se acercaba al área bética fue recuperando el espíritu del mejor Betis. Los de Pellegrini empezaron a zafarse de la presión de un rival ya mucho menos ardiente y, de hecho, las mejores ocasiones llegaron para los locales. La inquietud iba tornando en alegría para el beticismo, entregado a su equipo cuando éste más lo necesitaba.

El rayo y el pararrayos

Pero éste es el Betis y las plegarias siempre vienen bien, por lo que pueda pasar. Y pasó cuando mejor estaba jugando, cuando había recuperado el control del partido y, por ende, de la eliminatoria. Bebé calentó la pierna en una primera falta que lanzó desde casa de su cuñada. Se fue arriba. Sin embargo, la segunda, ya desde casa de su vecino, la puso como un obús inalcanzable para Claudio Bravo. Un rayo de Bebé y otro de desesperanza cayeron sobre Villamarín.

¿Alguien esperaba no sufrir? Ése entonces será del Amorebieta...Ser del Betis lo lleva implícito y probablemente sea el dulce amargor del veneno de las trece barras. Ese trago duro se volvió orgasmo pocos minutos después, cuando Joaquín desató el éxtasis en Villamarín. El Betis, esa suerte de bendito masoquismo, luchará de nuevo por tocar plata. Y el brillo se lo sacó Joaquín.

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  1. otra noche sin pegar ojo

    Que arte tienes hijo JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA