No sólo el Real Madrid y el Real Betis se hicieron el pasillo antes del partido de la jornada 38ª de LaLiga Santander. El choque mismo fue un pasillo que se hicieron también Ancelotti y Pellegrini, dos grandes y laureados técnicos que saben más que Briján. Y, entre otras muchas cosas, sabían que este viernes no cabía otra cosa que una pelea de besos. Un partido de guante blanco en el que uno pudiera adiestrarse para su gran compromiso de la temporada tras ganar el título liguero y al otro le alcanzara para ser quinto sin despeinarse.
Ambos se lo han ganado en una temporada sobresaliente y lo hicieron sin disimular, porque la cita fue más un ensayo de pretemporada que un partido de última jornada de competición. Un armisticio futbolístico entre campeones de los de "no me pises la manguera, por favor". El de LaLiga Santander, en cuerpo y alma en la final de la UEFA Champions League del próximo sábado; y el de la Copa del Rey, con el alma levemente ilusionada por el quinto puesto y el cuerpo en el aeropuerto, zarandeado por celebraciones triunfales y una temporada durísima para la octava plantilla en presupuesto de la competición nacional. Un trasunto de competitividad entre los dos equipos españoles que mejor fútbol han hecho esta temporada. Uno, con chanclas, y el otro, pendiente de ponerse el frac para casarse en una semana.
El pacto de no agresión lo convirtió casi en entrenamiento con público y, por momentos, en correcalles. Normal, por otra parte. Sólo así se puede entender que, por ejemplo, Casemiro no diera una sola patada e incluso sonriera después de perder tres balones seguidos; o que Pezzella quisiera despejar en el punto de penalti de tacón sin ver siquiera quién venía detrás suya. Una fiestecita con balón, más que un choque de este nivel, donde en la primera parte las imprecisiones, el ritmo lento y el cuidado con uno mismo y con el prójimo en cualquier lance hicieron que se asemejara a una película de Garci.
Tres arreones de Vinícius, que le enseñó bien los talones a Sabaly, y tres remates lejanos del Real Betis. Un prodigio de fútbol control que no pudo cambiar Pellegrini con su presión alta ni Ancelotti con las contras que tanto le gustan. Tan sólo Guido Rodríguez, que regaló otro clínic de mediocentro caro, y Canales, siempre buscando el pase al espacio, parecieron querer romper de verdad el alto el fuego predeterminado. Tres oasis en medio del desierto del tacticismo
Un dulce tostón hasta el descanso, vaya, que durante la campaña los dos se habían ganado poder poner al fuego. ¿Quién pudiera plantarse en medio y destrozar ese pasillo trazado en el césped entre Ancelotti y Pellegrini? Si acaso, Benzema, esa bella bestia balompédica que lleva un año en trance y que volvió del descanso con apetito de un aperitivo antes del banquete que se puede pegar en la final de la UEFA Champions League. Tres acciones suyas en siete minutos ya pudieron cambiar el signo de competitividad comedida. Ahí estaba Rui Silva para aprovechar un diíta más de reivindicación antes de ponerse el bañador. A partir de ahí, el francés desapareció, como si alguien le hubiera dicho: "¿Dónde vas, loco?". Tuvo otra al final, pero la mandó a Somosierra...
Otro francés, Camavinga, de los pocos que tenía que luchar por un puesto en la final europea dado que Ancelotti ya vaticinó que jugarían los titulares, le dio un aire más venenoso al Real Madrid. Vinícius siguió con lo suyo aunque sin mucho acierto. Guardado y Juanmi también quisieron dar un par de avisos de que, ojo, el Real Betis estaba por ahí al acecho. Una pizquita de arsénico, pero sin que haga daño, tú.
La entrada al campo de Marcelo, en su presumible despedida con la camiseta madridista,y la de Joaquín casi convierten ya el Bernabéu en una celebración de boda. Faltaban abrazos y cantos regionales. El statu quo varió aun menos a partir de ahí. Un pacto no escrito de caballeros campeones, un biscottito merecido por unos y otros, que se lo pudieron permitir tras una brillante temporada. "Vamos a llevarnos bien, Manuel"; "Eso mismo digo yo, Carletto". El mismísimo Joaquín tuvo una de las ocasiones más claras de su carrera a cinco minutos del final, pero solo a dos metros del portero la puso en Rascafría...
Y así, entre sonrisas, relajación y aplausos del Bernabéu culminaron la temporada de LaLiga Santander Real Madrid y Real Betis. El campeón liguero sin lesionados y fresquito para la final de UEFA Champions League; y el campeón de Copa del Rey llevándose el punto que le hacía falta para acabar quinto. Un magnífico broche para un ejercicio inolvidable para el beticismo. Ése en el que el Ingeniero siguió con su plan, le cambió definitivamente el alma al Betis y la plata volvió a las vitrinas de Heliópolis.