Imanol Alguacil es un gran entrenador y debe ser una gran persona. Rectificó esta semana y dejó de decir cosas evitables del Real Betis para apuntar que, de hecho, le "caía muy bien". Bueno, pues ya le cae otra vez un poquito peor, seguro. La culpa es de Juan Cruz, el nuevo estandarte de la cantera bética que cosió el triunfo del Betis ante la Real Sociedad en el choque de la jornada 12ª de LaLiga Santander. Pellegrini se está llevando los duelos con Imanol a lo bestia y eso no debe agradar demasiado al técnico donostiarra. En un bello espectáculo de fútbol frenético, le volvió a ganar la partida en la lucha por los puestos UEFA Champions League.
Con la fiabilidad que el cuadro bético está mostrando en casa, esta victoria a domicilio que remienda los últimos compromisos fuera y le da un golpe en la cara a un rival directo lo pone en la mejor órbita posible para El Gran Derbi del próximo domingo ante el Sevilla FC. Y en la senda, bendita para los béticos, de luchar con toda la legitimidad por los puestos de Champions. Ni bajas, ni rival fuerte, ni lluvia, ni leches. Este Betis sigue sin querer ponerse techo. Y si nadie se lo pone, el cielo se abre de par en par.
No fue fácil, no obstante, lo cual le da aún más mérito al triunfo. En San Sebastián llovió este domingo lo más grande y paró justo al iniciarse el partido. En el campo pasó algo parecido en el inicio: le llovió mucho al Betis y al ratito paró y se puso el día más despejado. Estas cosas pasan en la meteorología y en el fútbol, sobre todo si el anfitrión del Reale Arena es un equipo tan acostumbrado a intentar arrollar al rival desde el inicio. La Real Sociedad vació toda la tromba de agua de su fútbol sobre el Real Betis y luego escampó al cuarto de hora.
Esta Real Sociedad llegaba a un duelo de equipos ya habituados a rozarse con los puestos UEFA Champions League con muchas bajas y este Real Betis también traía un buen puñado. Imanol Alguacil ha fraguado un bloque colérico y vertiginoso, juegue quien juegue. Y sus potrillos convirtieron el principio en eso, un brutal asedio al cuadro bético, con un juego frenético y muy vertical. Sacando bien la pelota, tocando con relativa facilidad en el entorno del área bética. Todo ello gracias a una presión alta muy bien ejecutada y ayudada por innumerables y rápidas faltas. Así incomodó la salida de balón del Betis y le pudo dar el primer mazazo en dos oportunidades de Pablo Marín, que salvó Rui Silva, y Carlos Fernández, que salvó el palo.
En el minuto 17, el conjunto verdiblanco tuvo su primera oportunidad en su primera jugada trenzada. Luiz Henrique falló en el golpeo en el área, pero supuso el primer síntoma de que el paraguas se estaba abriendo para tanta agua. De hecho, el partido cambió ahí completamente. Del asedio se pasó a un mucho mayor control del Betis, que empezó a gustarse cobijado en la pelota, su coraza más impermeable.
La equidad se instaló en el césped del Reale Arena, algo más propio de lo que ambos equipos están mostrando desde hace ya varias temporadas en LaLiga Santander. Y del vestuario se volvió con lo mismo, planeando por el césped donostiarra la sensación de que cualquiera podía dar el primer grito de "A mí la UEFA Champions League".
El choque se puso en plan de poder a poder, con la Real acercándose con alguna contra peligrosa y zarpazos resueltos por Rui Silva, y el Betis buscando su camino de la mano de Canales y Fekir. El mago pudo hacer un gol olímpico, de hecho, pero el palo se lo impidió. Vibrante, alterno, disputado...un buen espectáculo de fútbol, al que sólo le faltaba su salsa. El gol que se barruntaba en cualquiera de las dos porterías, más en la verdiblanca, las cosas como son. Y ahí estaba Rui Silva para atestiguarlo.
Las patadas que le dan a Fekir endiablarían a cualquiera. Su magia es única. Pero ni lo uno ni lo otro le habilitan para hacer cosas como la reacción que pudo costarle la roja en la primera parte o el absurdo piscinazo que la valió la amarilla en la segunda. Ya cansado y menos determinante, Pellegrini lo vio claro y lo quitó por William Carvalho, justo después de darle más crédito aún al joven Juan Cruz. El chaval tiene algo especial y no tardó en demostrarlo, convirtiéndose en el más capaz para atentar contra Remiro.
También hacían falta recambios para mantener el pulso de un partido propio de un circuito de Fórmula Uno. Bailar al ritmo de un After cuando ya has bailado mucho toda la noche es complicado a pelo. Pues en el Reale Arena nadie parecía dispuesto a irse a casa. Y menos los más frescos, Juan Cruz y Carvalho, que se convirtieron en el norte del Betis del último tramo de encuentro.
¡Quién dijo cansancio! Los últimos compases parecían más de Fiebre del Sábado Noche que de un vals de Vivaldi. Un señor partido con la competitividad de quienes no quieren entender el significado de la palabra empate. Y ahí, en medio de la pista del Reale Arena llena de bolas de brillantina y neones, se quitó la chaqueta Juan Travolta Cruz para sacar a bailar su zurda y culminar una internada letal, una vez más, de Álex Moreno. La música de los Bee Gees la puso Rui Silva, con una parada de campeonato en el descuento.
Y también en el descuento, Borja Iglesias pudo dejar de pelearse con los centrales como un oso antártico y se reencontró con el gol para cerrar el partido y otra carrera letal de Álex Moreno. Porque todo este Betis baila hasta que amanece. Y cuando amanece, la luz hace ver el sueño de la Champions.