Los palos sufridos en la Supercopa y la Copa del Rey no han podido con el Real Betis, aunque sí han contribuido a limitar su brillo. Los de Pellegrini han perdido mucha chispa y eso les ha costado la derrota (1-0) ante el RCD Espanyol en la jornada 18ª de LaLiga Santander. El equipo está cansado y las rotaciones del técnico chileno llegan a donde pueden llegar. Sigue jugando bien por momentos, aunque sin la efectividad adelante ni la fiabilidad detrás que tanto le había hecho crecer desde la pasada campaña.
Este Betis ya no exhuma tanto poderío. Le cuesta tejer su fútbol de orfebrería fina y los rivales lo saben. Lo huelen. Sin poder contar con elementos importantes y con los que rinden muy debilitados, al de enfrente puede bastarle con plantarse bien el campo, defender como alimañas y aprovechar algún despiste bético. Fue lo que hizo el CA Osasuna y, jugando peor, es lo que ha hecho este sábado el Espanyol en Cornellá. La cuestión reside en que hasta hace poco al rival no le alcanzaba con eso ni por ensueño.
El Betis no se ha caído, ni probablemente se vaya a caer. Ni los resultados ni el juego lo indican. Lo que sí parece claro es que ha perdido ese aura brillante que le acompañaba desde hace muchos meses. La vida sin Fekir es dura y mucho más si Canales, el otro gran catalizador sobre el césped del magisterio de Pellegrini, anda en la búsqueda de sí mismo. A ello hay que añadir que arriba no tiene el mismo instinto asesino y atrás ha perdido el que con tanto trabajo había ido adquiriendo. Y, por supuesto, que el fondo de armario de Pellegrini es el que es.
Mientras en mediocampo tenga a dos futbolistas de la categoría de Guido Rodríguez y William Carvalho seguirá carburando a buen seguro. Con eso, los tres detalles de Luiz Henrique y la pujanza en la derecha de Aitor Ruibal dominó de pe a pa a un Espanyol agazapado que corrió mucho mientras el Betis disfrutaba con el balón. Porque el cuadro de Pellegrini sigue jugando una barbaridad de bien a la pelota. Lo que ocurre es que el fútbol es más que eso. Hay que meterlas y que no te las metan. Y ahí, en el gran meollo de la cosa, ha perdido fiabilidad.
Sin haber hecho prácticamente nada, en 50 minutos el Espanyol marcó un gol, le anularon otro, tuvo un cabezazo al palo y Claudio Bravo salvó una de Braithwaite a medio metro. Demasiado bagaje para los locales. El Betis falló varias, principalmente el cabezazo de Borja Iglesias al filo del descanso al que sucedió el tanto espanyolista. Y falló Pezzella en la marca de Braithwaite instantes después. Gol psicológico que no cambió el patrón de partido verdiblanco. Y menos después de que González Fuertes anulara, ante las protestas airadas de Cornellá, el segundo por supuesta falta de Puado a Aitor. No siempre te van a perjudicar los árbitros, eso hay que guardarlo también en la memoria.
Sin su habitual chispa, el dominio vale para poco. Poca llegada y más sufrimiento de la cuenta en defensa, donde Abner mostró que, pese a sus potenciales cualidades, aún le falta para enterarse de la película. El Espanyol se fue creciendo desde los pies de Darder, hasta el punto de perdonar un par de oportunidades claras. El juego del Betis se plagó de horizontalidad, de impotencia, mientras el rival se hacía fuerte delante de su área.
Rodri y Joaquín activaron un poco, y sólo un poco, la vocación ofensiva de los de Pellegrini. Una buena acción de Rodri con tiro final de Canales antecedió a una tijereta del cántabro que salvó el metal local. Poquito más. El Betis achuchaba con más corazón que peligro, añorándose a sí mismo. Demasiado fácil para la táctica del Espanyol de aguantar y salir por patas en cualquier contra.
El tramo final fue un quiero y no puedo de piernas cansadas y mente saturada del Betis. La chispa se ha ido apagando y sin ella la lucha por los puestos europeos se empina. Pellegrini necesita recuperar efectivos importantes, y que los suyos recobren el aire que despeje las ideas y aliente más sueños después de las dos pesadillas de penaltis de los últimos días.