Joaquín Sánchez Rodríguez. Anda que es de Uzbekistán...con ese nombre y apellidos puede haber setecientas cincuenta mil personas en España. Joaquín del Betis, ése sólo ha habido, hay y habrá uno. Ese señor de 41 años, lo más parecido a Benjamin Button que ha parido la tierra, ha anunciado este miércoles su retirada del fútbol. El duende se calla, pero su leyenda empezará a resonar más que nunca desde hoy. Porque se va una leyenda bética viva, la más carismática y la más trascendente. Al club se le arrancará desde final de temporada un cachito de su esencia. Perderá en el césped a su media naranja, de la que quedó prendada hace veintiséis años y con la que ha vivido una historia de amor futbolística conmovedora, como reflejan algunas de las frases del propio genio de El Puerto.
Joaquín es el Betis y el Betis es Joaquín, por los siglos de los siglos. La institución puede presumir de haber tenido a otras figuras de su talla futbolística, aunque ninguna con su dimensión, ni en el campo ni fuera de él. Las lágrimas que derramara tras levantar su último título en verdiblanco son las que ahora inundan los ojos de la mayoría de los béticos, incluso los que no pueden ni verlo, que alguno hay. Porque no sólo colgará sus botas un magnífico futbolista, sino que se marcha un artista, una personalidad arrolladora que encarna una forma de tomarse la vida. La única forma que han tenido los béticos de sobrellevar los varapalos que el destino le ha querido endiñar a la historia de su pasión.
La pasión de los béticos por su equipo se cimenta en dos pilares: saber sufrir y saber disfrutar. Cada cosa cuando toque. Joaquín lo ha hecho como uno más de ellos, vistiendo la camiseta de las trece barras y transitando por los rincones de la bella Florencia. Lo hizo aquel chaval de 19 años que casi se saltó a piola un filial en la antigua Segunda B para encandilar a la afición y echarse a la espalda un equipo al que guio al título de Copa. Y lo ha hecho un hombre que, ya veterano, volvió a levantar plata para las vitrinas de Heliópolis.
Joaquín ha dado gran parte de su vida deportiva por el Betis, porque el Betis es su vida. Y lo seguirá haciendo, desde otros escenarios, incluido alguno literal. Lo ha dicho él mismo minutos después de anunciarse su retirada: "Voy a seguir a vuestro lado defendiendo mi vida, porque el Betis ha sido mi vida". El pretérito perfecto es presente, en realidad. Continuará siendo su vida y de ello debieran de estar orgullosos los aficionados, porque no hay mejor embajador para la marca Betis.
El portuense ha ejemplificado la auténtica concepción del Manquepierda que muchos han querido malinterpretar. "El manquepierda no es ni conformismo ni nada de eso, eso es pureza, una forma de sentimiento y una forma de vivir", dijo una vez. Y probablemente esos muchos sigan criticándolo por ello, porque quieren ver conformismo donde lo que hay es asunción de la realidad y resignación ante lo malo. Pero para intentar que no ocurra de nuevo y siempre con una sonrisa. Porque de nada vale fustigarse mientras uno se retuerce de dolor cuando puedes sonreír y ver la vida con optimismo.
¿De qué sirve llorar de pena si puede sonreír y dejar las lágrimas para la alegría?Joaquín es y será la sonrisa del Betis. El alma de una fiesta perpetua. La que ha montado en el vestuario siempre, cuando llegó y cuando volvió. La que ha inspirado a tantos jugadores que se han levantado y se levantan cada mañana deseando ir a entrenar porque en el Betis reina la alegría. Esa alegría es Joaquín.
La historia de amor y sonrisas de Joaquín con el Betis seguro hubiera tenido otro desenlace menos simpático de no haber venido a Heliópolis Manuel Pellegrini. Nadie como el chileno, que lo conocía de sobra de la etapa de ambos en Málaga, ha sabido entender al portuense. Y nadie le ha hablado tan claro y como hay que hablarle a un genio de su envergadura. El Ingeniero ha sabido bailarle al duende de las botas de un futbolista flamenco.
En gran parte gracias a él, Joaquín y el Betis han sabido evolucionar en su relación amorosa. La pasión de su fútbol ha dejado sitio al amor y al cariño de su figura. Los dos amantes han elegido el mejor momento para pasar a otro estadio romántico. El éxtasis del título de Copa de hace unos meses y la gran temporada que está completando de nuevo el equipo son el coito perfecto.
Ahora quedan las loas y alabanzas a un jugador monumental cuyo carácter arrastra el cariño de todos, hasta de los aficionados del eterno rival. Vendrán las merecidas ovaciones por los campos de España, los homenajes, la admiración del deporte y de lo que no lo es. Joaquín guardará el capote de sus botas y dejará de torear el balón provocando los olés. Pero la huella de su arte permanecerá impregnada en el escudo del Betis, inspirando a nuevas generaciones. Su arte llenará el Villamarín para siempre. Porque, como sentenciara el poeta francés Théophile Gautier, "todo pasa. Sólo el verdadero arte es eterno". Y Joaquín ha firmado con sangre un pacto de eternidad con su Betis.
LEYENDA FANTASMA