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Historia de un desencuentro

Florentino y Cristiano, tras la renovación del portugués.
Roberto Morales/EFE

De Santiago Bernabéu con Alfredo Di Stéfano a, 54 después, Florentino Pérez con Cristiano Ronaldo. Los dos jugadores que se convirtieron en leyenda en el Real Madrid y pasan a ser los más trascendentes de su historia, cerraron sus etapas en el club blanco por un desencuentro sin solución con sus presidentes.

"Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire". Eran palabras de Di Stéfano junto a un fotomontaje con piernas de mujer y mitad de cuerpo de don Alfredo con la camiseta del Real Madrid. Cobró 175.000 pesetas por una campaña que duró tres días. El tiempo que tardó en tumbarla Santiago Bernabéu, indignado con que la imagen de su club se asociase a un anuncio de ese estilo. El inicio de un pulso que acabó con la salida de uno de los mejores jugadores de la historia.

El 'universo Cristiano' ha tenido libertad para anunciar todo lo que ha deseado sin freno del Real Madrid ni del presidente Florentino Pérez (bajo acuerdo de un reparto de derechos de imagen), pero su final llega en un contexto similar por un divorcio televisado con cada gesto incómodo en una primera etapa, y desafiante en el final del astro portugués al máximo mandatario.

Florentino ha llevado hasta el final un lema intocable: el club por encima de las estrellas. Y sus últimos intentos por evitar el portazo de Cristiano han sido en vano. El aspecto económico fue un factor clave siempre en la tristeza del portugués, Balón de Oro pero alejado de los sueldos de Leo Messi o Neymar.

Cuando le igualaron la oferta del Juventus ya era tarde. Llevaba meses conviviendo con su decepción, y ese desgaste le impulsó a ilusionarse con otro reto en una nueva liga como la italiana, a tiempo también de ser un icono en un nuevo país tras lograrlo en Inglaterra y España.

A Cristiano le costó lograr lo que deseaba. Quería el reconocimiento de todo el madridismo, desde el palco hasta la grada. No solo el que siempre tuvo de sus compañeros y entrenadores. Ese paso también pasaba por unas mejoras de contrato que no llegaron con la asiduidad que pretendía.

En el Manchester United tuvo cinco en seis años. Ninguna en el Real Madrid después de sus tres primeros cursos. "La gente sabe por qué no celebro los goles. No lo hago cuando estoy triste", soltaba tras hacer un doblete al Granada en septiembre de 2012. Sumado a una presencia solitaria, sin sentirse arropado por altos cargos, en una gala UEFA, el primer pulso del portugués ya no tenía freno.

Salió vencedor. Fueron largas las negociaciones pero en septiembre de 2013 firmaba su renovación con mejora económica hasta 2018. "Estoy extremadamente feliz. Puede ser el final de mi carrera en esta casa", llegó a decir sin saber por entonces que en 2018 pasaría a jugar en punta y ni su registro goleador ni el rendimiento bajase con el paso de los años.

Esa tristeza en público dejó marcado a Cristiano en su relación con Florentino Pérez. Desde entonces hubo algún desencuentro más, como el producido después de un guiño a Nasser Al-Khelaïfi, presidente del Paris Saint-Germain, en noviembre de 2015 tras unas declaraciones sorprendentes sobre una posible salida del Real Madrid. Un año después firmaba una nueva renovación hasta 2021. Era el último acuerdo. Desde entonces todo han sido pulsos y disputas. Promesas incumplidas y enfados.

El escándalo por fraude fiscal que salpicó a Cristiano fue la gota que colmó el vaso. Su imagen en los juzgados, su deseo de que el Real Madrid se involucrase más y una filtración a un medio portugués el pasado verano que representaba el inicio del fin: "Ronaldo quiere abandonar España", señalaba A Bola.

No sintió el respaldo necesario, como ocurrió en la entrega del último Balón de Oro, donde los gestos ya mostraban distancia entre Cristiano y Florentino, que respondía a preguntas sobre Neymar en el día que el portugués igualaba los premios de Messi, para acabar provocando un enfado que ya nunca desapareció.

El Real Madrid ganaba su decimotercera Copa de Europa, hacía historia en Kiev y su icono ya hablaba en pasado: "Fue bonito jugar en el Madrid". Ningún intento de la afición en la celebración, de sus compañeros ni del club, que hasta el final intentó equiparar las condiciones económicas a la única oferta que ha llegada a las oficinas del Bernabéu, han cambiado la decisión de Cristiano.

A sus 33 años cerrar la etapa de nueve años, la más importante de su carrera, la que le proyectó a la eternidad entre los mejores futbolistas de la historia, era su único deseo. Es el punto y final a la historia de un desencuentro.

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