Raúl Bravo, exfutbolista del Real Madrid, es un ejemplo de cómo cambiar de vida después de una larga carrera en la élite. Con 43 años, Bravo ha dejado atrás los focos del fútbol profesional para abrazar una vida tranquila en su Gandía natal, donde combina su pasión por la decoración de interiores con el disfrute de su familia y su entorno. En una entrevista para AS, Raúl Bravo contaba que su refugio en Gandía, una ciudad costera, le ha permitido encontrar la paz después de años de estar bajo el escrutinio público.
Raúl Bravo no solo ha dejado atrás el mundo del fútbol, sino que ha encontrado una nueva vocación en la decoración de interiores. "Antes era interior y ahora soy interiorista", comenta con una risa, mientras describe cómo se ha reinventado profesionalmente. Tras retirarse del deporte, decidió invertir en su pasión por las casas, y ahora se dedica a reformarlas y decorarlas: "Con el dinerillo que había ahorrado compré varias casas y las decoré a mi manera, con mis ideas y mi inspiración". A través de su cuenta de Instagram, Homemodespain, ha ganado seguidores y clientes, y se siente completamente realizado con su nuevo trabajo: "Es mi tarjeta de presentación como decorador e interiorista", comenta con orgullo.
Aunque Bravo ha dejado atrás el fútbol, no olvida sus años en el Real Madrid, donde formó parte del famoso equipo de los Zidanes y Pavones. Su debut en el Santiago Bernabéu es uno de los momentos que más atesora: "Don Vicente (Del Bosque) me dio la titularidad y la alternativa. No iba a ser titular, pero una baja de última hora me permitió debutar. ¡Como para olvidarlo!". "Yo fui el último cambio de Zidane cuando se retiró del Real Madrid. Tengo una foto con él dándome la mano", recuerda con cariño.
Compitió con Roberto Carlos por el puesto de lateral izquierdo, y aunque jugaba regularmente, decidió aceptar una oferta del Leeds para tener más minutos y asegurar su lugar en la Eurocopa 2004: "Competir con Roberto Carlos era imposible porque era el mejor del mundo en su puesto", admite. Pero fue con la llegada de Carlos Queiroz cuando se reinventó como defensa central: "Nunca había jugado de central, pero cuando Queiroz me preguntó si lo había hecho, le dije que sí. No iba a dejar pasar esa oportunidad", bromea.
Con vistas a la playa, explica cómo se siente en este nuevo capítulo de su vida: "Mira qué vistas tengo desde aquí. Agua turquesa y palmeritas. De aquí no me saca nadie. No cambio esto por nada", dice, señalando el horizonte.
A pesar de haber estado rodeado por la presión del fútbol profesional, su amor por su ciudad y la calma que encuentra en ella lo han ayudado a superar tiempos difíciles, como el escándalo del "Caso Oikos" que lo involucró en una supuesta trama de amaño de partidos. Aunque la Justicia lo ha exonerado, recuerda esos momentos como un punto bajo en su relación con el fútbol: "Yo en ese momento aborrecí el fútbol, porque sales como apestado", reflexiona.