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A tres metros sobre el cielo
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A tres metros sobre el cielo

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Foto autor
Elisa Manterola
La afición de la Real ondeando banderas. (Foto: EFE)
La afición de la Real ondeando banderas. (Foto: EFE)

Ha costado pero ya tenemos la nueva casa casi terminada. 25 años, 25 interminables años. Ha merecido la pena. Vale que todavía está sin terminar, que faltan muchas cosas por rematar, otras por hacer y mucho detalles que pulir pero también es verdad me llamó la atención que ya la habíamos hecho nuestra.

Hace 25 años tuvimos que abandonar Atotxa, nuestra casa pero que ya era muy vieja y había que derrumbar. De allí entramos en una casa de alquilar a la que nos amoldamos y nos sirvió pero como toda casa de alquiler nunca terminas de hacerla tuya. Pero ahora... cuando entras a vivir a una casa nueva, esta tiene un olor impersonal, a pintura, a cemento, a nuevo y es el día a día y nuestro olor personal el que da la personalidad y esencia de hogar a ese edificio nuevo. Sin embargo, nada más entrar a Anoeta nada olía a nuevo, el campo emanaba nuestro olor, ya lo habíamos hecho hogar.

De pie observaba todo con los ojos bien abiertos, intentando quedarme con cada detalle, perdida en la marea de mis pensamientos ante aquella hermosura hipnótica y al instante sentí tu presencia, allí a tres metros sobre el cielo. Y el tiempo se paró, Aitona. Nada que ver con el estadio de pistas de atletismo que hemos tenido que soportar tantos años y que tantas veces nos separaba del equipo muy a nuestro pesar. Salvando las grandes distancias pero este me recuerda mucho más a nuestro querido Atotxa. Sí, ya sé lo que me vas a decir, que hemos perdido con la nueva ubicación pero ya nos ocurrió lo mismo en el paso de Atotxa a Anoeta...¿qué le vamos a hacer? Sí, lo he intentado, he peleado y protestado pero...Tampoco está tan mal la nueva localidad.

Mientras cantábamos el txuriurdin y inundábamos Anoeta con nuestras banderas, sentí tus ojos llenos de lágrimas de emoción y una pared llena de marcos con fotografías de recuerdos aparecieron en mi memoria rememorando muchos de los momentos que vivimos juntos.

Recuerdo aquella tarde de diciembre en la que te vi llorar y aplaudir como si no hubiera un mañana en Atotxa cuando Kortabarria e Iribar pasearon la ikurriña en el césped. Yo era muy pequeña para entender lo que realmente pasaba pero me emocioné al verte tan feliz.

El año del récord y la pérdida del campeonato en el Sánchez Pizjuán, esta vez las lágrimas fueron de tristeza cuando incrédulos escuchábamos por la radio el partido. Se nos escapaba una ocasión que pensábamos que era difícil que volviera a repetirse.

Aquel viaje a Zaragoza un día de elecciones. Yo pasaba por un momento duro tras la muerte de mi amiga María y viaje de ida y vuelta en el día en aquellos tiempos, cuando ni las carreteras ni los coches eran como los de ahora. Recuerdo que a la salida del partido y en los aledaños de la Romareda, mientras charlábamos con Inaxio Kortabarria un caballo de la policía nacional casi le pisa al buenazo de Inaxio.

Esa misma temporada cruzamos la A8 para ir a San Mamés; tengo tan mal recuerdo del trato recibido que prometí no volver jamás a ese campo.

Recuerdo haber decidido viajar a Sevilla en una comida familiar de las fiestas de San Nicolás; mientras la ama llamaba al aeropuerto de Sondika para ver si había vuelos a Sevilla para esa misma tarde, intentábais sumar el dinero que tenéis en la cartera, jajaja y allí que nos fuimos la ama, tú y yo. Aeropuerto, hotel Los Lebreros, Sanchez Pizjuán, aeropuerto. Eso es lo que conozco de Sevilla.

Otra foto imborrable en mi memoria y en la parte más importante de la pared de recuerdos es el Molinón. Cuánta alegría, cuánta felicidad, jamás olvidaré ese momento. Por cierto, hace poco Iñaki se encontró con Zamora y su mujer y cuando se presentó como tu nieto, la mujer de Zamora le confensó que todavía recordaba que el primer abrazo que dio tras el gol de su marido fue a mí. ¡Qué momento, aitona! Jamás olvidaré aquel viaje, aquel partido, aquel abrazo que me diste, la vuelta en el avión agarrados de la mano y cada uno en nuestros pensamientos intentando asimilar todo lo que habíamos vivido y conseguido.

¿Recuerdas cuando Stielike nos hizo un calvo mientras le cantábamos aquello de “hala Madrid, hala Madrid, el equipo del gobierno, la vergüenza del país?” Esos partidos del Madrid eran diferente, ¿verdad? Ahí sí que sacabas todo tu genio y enfado: Buyo y Juanito eran tus “favoritos”.

Aquella primera Supercopa que ganamos al Madrid metiéndole cuatro goles en un partido bronco y duro...bueno, como casi todos los partidos contra los merengues.

Triste fue la injusta eliminación de la Copa de Europa en semifinales contra el Hamburgo.

La Copa ganada en Zaragoza, partido al que no fuimos porque yo tenía un examen de Fonética Inglesa que suspendí porque fue imposible ponerme delante de los apuntes. Y así miles de fotos, recuerdos y anécdotas que viví contigo en blanquiazul  siempre entonando las notas del txuriudin.

¡Cuántos Kirolez-Kirol los domingos por la noche viendo los resúmenes de los partidos! Y fue uno de esos domingos cuando decidiste que desde ese momento verías los partidos a tres metros sobre el cielo.

Y adoro esa pared porque colecciona instantes vividos contigo y forman parte vital de mi vida. Y ahora en nuestro nuevo hogar seguiremos añadiendo fotografías a nuestra colección; y los demás aficionados ya han añadido sus marcos y sus momentos y es por ello por lo que Anoeta huele a nuestro hogar. Y por eso el domingo Anoeta me dejó, por un momento, sin aliento: miles de banderas, gargantas unidas cantando el himno, ojos llenos de emoción y lágrimas, lágrimas que dan vida, y tú, a tres metros sobre el cielo, me guiñaste un ojo y me diste un abrazo de gol. Goazen!

Y algunos siguen pensando que sólo es fútbol. Mila esker, aitona!

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