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El que fue a Sevilla

Zurutuza, tras el pitido final del Sevilla-Real Sociedad (Foto: Kiko Hurtado).
Ion Urrestarazu

Como en todo en la vida, a veces los dichos se cumplen y otras no. Como los pimientos del padrón, que algunos pican y otros no. Pues eso. “El que fue a Sevilla perdió su silla” dice uno de esos dichos y para no faltar a la norma, algunos pudieron perderla y otros en cambio la mantuvieron sujeta.

No fue malo el partido de la Real Sociedad como para calificarlo del todo así, pero no es menos cierto que fue superada prácticamente durante todo el encuentro y que pocas opciones reales mostró en algún momento de haber podido llevarse algo de Nervión. Hombres como Zurutuza y Januzag no aprovecharon su oportunidad y podría decirse que son de los que perdieron su silla. O al menos una pata de la silla. Me da la sensación que la intensidad de la nueva Real de Ødegard está por encima de lo que las cualidades del pelirrojo pueden llegar a dar. No es su estilo y el elevado ritmo que imprimen al juego el noruego, Portu u Oyarzabal le relega a partidos de menor exigencia, donde sin duda su talento y experiencia serán valiosos y contribuirán a conseguir victorias. Seguro.

En cuanto al belga, un robo y una gran asistencia en el minuto tres de partido no son ni de lejos suficiente para un jugador que ha demostrado su calidad y capacidad desequilibrante y del que se espera más, mucho más, principalmente en sacrificio, intensidad, concentración y acierto en la toma de decisiones. Janu se llegó a sentar en la silla pero en tres minutos, como por arte de magia, despareció de su trasero y... agur.

Otros en cambio siguieron cumpliendo con nota y manteniendo fija la silla, como Moyá. Muy seguro durante todo el encuentro, con numerosas intervenciones por alto, más numerosas aún con los pies, y paradas a disparos y remates que no exigieron que tuvieran que ser paradones pero que contribuyeron a ir apagando focos y que el incendio no se descontrolase. Fue en Sevilla, contra el Betis, donde el mallorquín debutó con la Real cuando la situación era la que era, con la portería pasando por uno de los momentos más delicados de la historia reciente de la Real, y el pasado domingo volvió a demostrar su valía. Momentos puntuales al margen y de los que se podría discutir, la portería tiene dueño.

El que escribe no entraría en el grupo de los que fueron a Sevilla porque ya estaba allí. Y como para decir lo contrario después del primer plano de televisión que tanta batería del móvil me ha consumido. No me gusta hablar de mí, pero he de decir y me apetece compartir el orgullo que sentí cuando me vi en el vídeo por primera vez celebrando el gol de Oyarzabal con los puños cerrados y una sonrisa enrabietada. Estaba a casi mil kilómetros de casa, pero en ese momento…volé. Imposible de explicarlo y describirlo con palabras. Volé. Volé como me gustaría volar mañana y celebrar en el nuevo Anoeta otra victoria más.

Quien tenga el privilegio de poder ir, que anime, lo disfrute y lo celebre por todos aquellos que no tenemos la oportunidad. Mañana no saldré en la tele, pero si tras un gol escucháis un grito lejano, será seguro del que fue a Sevilla, siempre orgulloso y aunque a casi mil kilómetros, cercano.

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