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La confianza como propósito navideño

Chus Rodríguez

A unos días de cerrarse 2016 y dar la bienvenida a 2017, el Real Valladolid afronta el cambio de año en una situación clasificatoria de incertidumbre, mucho más cerca de lo de arriba pero sin perder de vista lo de abajo. El proyecto blanquivioleta viró el pasado verano cuando, tras un curso desastroso a todos los niveles, se apostó por un hombre de galones en la categoría como Paco Herrera. Su fichaje ilusionó tanto como los primeros jugadores que le acompañaron, especialmente Jaime Mata o Isaac Becerra. Alguno debió pensar que, con todos esos mimbres, el Pucela iba a pasar la Nochebuena como el Levante UD, con un pie en Primera División. Error.

Es justo contextualizar en qué situación actual está el Club y el equipo. Forma parte de una lista de 22 conjuntos que compiten a cara de perro en una Liga 1|2|3 igualada e impredecible, con un nivel muy por debajo de lo que la Segunda División ofrecía hace unos cuantos años. Sin ir más lejos, en la primera temporada del nuevo ciclo en la categoría de plata, la 2014/2015. El Real Valladolid, de todos los equipos de la actual Segunda, es el segundo en la clasificación histórica de Primera, solo por detrás del Real Zaragoza. Eso sirve para valorar su importancia, pero también para poner de manifiesto que, en esta competición, cada vez cuenta menos el escudo. La obligación social que tiene el Pucela de pelear por el ascenso la comparten casi una decena de equipos: Levante, Getafe CF, Zaragoza, Elche CF, RCD Mallorca, UD Almería, Rayo Vallecano, Córdoba CF, Real Oviedo...
Para todos estos clubes no ascender es un fracaso y una decepción. ¿Se imaginan que en Primera diez equipos viesen como objetivo innegociable entrar en la Champions League? Es algo impensable. Pues en la Liga 1|2|3 no es solo que se viva esta situación, sino que muchos de esos equipos terminan peleando por evitar el descenso.
Esto no se traduce en que el Real Valladolid no debe tener ninguna exigencia en Segunda ni ninguna obligación de estar entre los mejores. Claro que las tiene. Pero no se puede dramatizar cada derrota ni sentenciar la temporada antes de que termine la primera vuelta. Quedan dos jornadas y el Pucela llega con opciones intactas. Los números y el juego son más que mejorables, pero ha llegado un punto que ya no vale ni ganar con partidos discretos. Parece que hay que pedir perdón al rival. Cuando es al revés, solo interesa quedarse con los resultados.
Por último, toca valorar lo que ha supuesto la figura de Paco Herrera. Se encontró un club y una afición deprimidos y ha conseguido que se vuelva a hablar positivamente del Real Valladolid. Herrera no es intocable, pero infunde un respeto a nivel nacional que exterioriza una imagen positiva del Pucela, y todo suma. El ambiente que se respira en el vestuario no es de boquilla y nada tiene que ver con la pasada campaña. Pero para muchos el largo plazo sí es de boquilla. En el fondo, nadie tiene la calma suficiente que, por ejemplo, se le otorgó al Celta de Vigo que Herrera metió en playoff en su primer año y ascendió directo al segundo. A veces parece que no estamos preparados ni para triunfar en una segunda oportunidad. O lo que es peor, que seguiremos diciendo que a la primera no lo consiguió. Y todavía está por ver.
 

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