El Real Valladolid decidió a dos minutos del 90 que no se va de vacaciones y que Paco Herrera sigue al frente. El Pucela ganó por corazón, ese que ha estado escondido durante temporadas. El espíritu de los últimos minutos, tan añorado desde hace mucho mucho tiempo, reapareció por Zorrilla para gritar GOL como pocas veces esta temporada. Tres puntos de oro, de lujo, tres puntos gracias a un gol agónico de Jose cuando todo parecía estar sumido a una deprimente tierra de nadie hasta final de temporada. Esto no se acaba aquí.
El comienzo pareció la tercera parte de lo del Sánchez Pizjuán. Había avisado Toril que pretendía jugar con la impaciencia de la afición y el estado de nervios del Real Valladolid y el guión le salió a la perfección. Pancartas y silencio sepulcral en el fondo de animación. El decorado parecía propio de un partido de última jornada con todo decidido. El Elche se volcó y el Pucela se atenazó. El ambiente se caldeaba, pero el Pucela vio la luz. En un abrir y cerrar de ojos, un fogonazo de Míchel, un buen balón servido por Espinoza y un remate inapelable de Raúl de Tomás cambiaron el sino del partido.
Pero este Real Valladolid no sabe o no quiere disfrutar y, sin tiempo, para pensar en un partido plácido, la frontal del área volvió a ser un desierto sin hábitat blanquivioleta que permitió a Borja Valle posicionarse, armar la pierna y superar a Isaac Becerra. Una vez más, el portero estaba y lo intentó. No fue un error, pero cuesta creer que el catalán haya sido por dos veces Zamora en la Segunda División. Hoy en día, es uno más. El Pucela, que acostumbra a presumir de porteros, está lejos de poder alardear de Becerra. Algo le falla, algo falla.
Con el 1-1, el partido siguió por el mismo camino: imprecisiones y nervios. En el Real Valladolid, solo Jose y Espinoza aportaban criterio. Casi como un duelo personal, cada vez que tocaban el balón creaban peligro. El argentino y el talaverano se erigieron como la posibilidad de salvoconducto para Herrera, pero el gol volvió a dar la espalda al Pucela. Sin brillo ni excesiva voluntad, los vallisoletanos estaban más cerca del segundo que el Elche. El descanso llegó con un empate más válido para los ilicitanos en su objetivo de permanencia que para el Real Valladolid en su intento de apurar las opciones de disputar el play off, algo más fruto de la fantasía que de la realidad. Pero los sueños...
Tras el descanso, el Real Valladolid volvió de vestuarios con la ambición de sumar los tres puntos. Una intentona de Míchel acabó con el balón rozando el palo de la portería rival. Pero, una vez más, un gravísimo error de la defensa blanquivioleta pudo tirar por tierra todo el trabajo. Becerra y Guitián no se entendieron y Nino cerca estuvo de hacer el 1-2. Espinoza y Jose siguieron a lo suyo, cambiados de banda y con exceso de individualismo en alguna de sus acciones. No obstante, el partido estaba para un fogonazo de calidad que casi llega en un remate a bocajarro de Raúl de Tomás a la salida de un córner. Los cambios reavivaron la tensión en Zorrilla. Juan Villar relevó a Espinoza y Mata a Raúl de Tomás. La música de viento reapareció en Zorrilla, especialmente dedicada al onubense.
El duelo languidecía ante los últimos cambios de los dos equipos. Sergio Marcos por Míchel; Correa por Luis Pérez. Y cuando el punto parecía nuevamente escaso y prácticamente sentenciaba la temporada, el Pucela inclinó el campo hacia la portería del Elche. Balbi centró, Mata la peinó y el balón le cayó a Jose para fusilar dentro del área pequeña. Fue la luz al final del túnel. Para Herrera, para el equipo, para la afición y quien sabe si para una temporada cuya última palabra no está todavía escrita.