La llegada de Míchel Herrero durante el pasado verano al Real Valladolid no fue sencilla. Fue la primera montaña rusa que viviría como jugador blanquivioleta. La negociación para que llegara al Nuevo Estadio José Zorrilla fue larga y costosa. Por ella tuvo un tiempo de adaptación. Aunque participaría en los 42 partidos ligueros, no sería hasta la cuarta jornada cuando fue titular por primera vez y cuando disputó íntegro un partido. Preso de una difícil pretemporada, su inicio de campaña no sería del todo bueno. Tardó en ser ese jugador diferencial que se esperaba que fuera y, pese a que en cada partido crecía y se le veía algo mejor, dejaba sensación de pesadez en su juego.
Fue evolucionando. Gracias a la confianza que le otorgó el cuerpo técnico de Paco Herrera, el '21' comenzaría a ser el faro del equipo. Minuto a minuto, partido a partido y jornada a jornada, Míchel era el líder ofensivo del Pucela. Él se iba encontrando mejor, el juego pasaba por sus pies y el equipo le buscaba. Quitándole ese puesto a Álex López, el valenciano sería uno de los fijos del equipo en cualquier sistema. Como engranaje, en la sala de máquinas o en posiciones más avanzadas, el Real Valladolid 2016/2017 conllevaba al canterano del Valencia CF y a 10 jugadores más. Sin ir más lejos, ha sido el único en participar en todos los partidos de LaLiga 1|2|3.
Contando los encuentros coperos, Míchel sólo se perdería uno. Participante en 45 de los 46 oficiales de la temporada, Míchel estuvo ausente en el partido de ida de Copa del Rey ante la Real Sociedad, pero participaría en el resto, con nada más y nada menos, que 40 titularidades y 20 completos. En esos 3.461 minutos disputados, una cifra que sólo superaría Javi Moyano, el '21' anotaría cuatro goles. Desde el estreno copero ante el Real Zaragoza, a tantos importantes como el firmado en el empate (1-1) ante el Córdoba CF en el Nuevo Estadio de El Arcángel o el cierre de victorias importantes como la firmada en Mallorca y Murcia.
Curiosamente, cuatro tantos y ninguno de ellos en Zorrilla, un lugar que valoró su temporada, su trabajo y su calidad, pero que vio como el final se le hizo largo. Asistente en siete tantos, su último pase de gol llegaría en la histórica derrota (6-2) ante el Sevilla Atlético en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Tras aquella humillante imagen, quedaban ocho partidos y, pese a que nunca perdería el puesto aunque disputaría todos los partidos de titular, Míchel sólo completaría dos de esos duelos. Una muestra de que cerraba la temporada como la empezó, a un bajo nivel de sus grandes cualidades de juego y fútbol, aquéllas que nadie duda tras su primer año de blanquivioleta.