Decepcionante partido de un Real Valladolid que volvió a caer en los mismos errores que le venían lastrando en jornadas anteriores. El gol encajado en los primeros minutos de juego fue suficiente para derrotar a un equipo tremendamente desdibujado que terminó con 10 hombres y que, salvo en los últimos instantes del choque, no dio sensación de poder llevarse algo de Cádiz.
De inicio, había muchas incógnitas en el césped del Estadio Ramón de Carranza. La convocatoria de Luis César Sampedro, sin ningún lateral izquierdo puro tras la inoportuna gripe de Nacho Martínez y la no citación de Ángel García por decisión técnica, había sorprendido a propios y extraños. Solo faltaba conocer el sustituto. Con varias alternativas, el entrenador gallego se decantaba finalmente por la opción Javi Moyano a pierna cambiada.
Fuera como fuese, el guion de anteriores partidos lejos de casa no varió un ápice. Apenas veinte segundos tardó el conjunto gaditano en mostrar al Pucela que el partido no iba a ser nada sencillo para sus intereses. Salvi Sánchez percutió por banda derecha para avisar a un Jordi Masip que metía la mano para desviar a córner el primer lanzamiento a que era sometido. No fue una jugada aislada. Poco después, los blanquivioleta volvían a redundar en errores recientes. Álex Fernández, que ya dio buena cuenta de los pucelanos la temporada pasada en Elche, llegó sin marca a la frontal, algo que recordó al gol encajado en Almería, y armó un disparo que despistó al portero visitante después de golpear en Kiko Olivas. Ni seis minutos había durado esta vez el Pucela, algo que no le era extraño.
Para entonces, Toni Villa ya había dado un susto a Alberto Cifuentes, que rechazó a saque de esquina su clásico tiro tras una jugada marca de la casa. Ya con el 1-0, el murciano repitió con un cabezazo a centro de Óscar Plano, que también dispuso de un lanzamiento lejano que se marchó alto por poco. Ambos extremos eran lo más peligroso de un Real Valladolid que disfrutaba de la posesión, pero que no mantenía el orden sobre el terreno de juego, con un Míchel Herrero desubicado que tenía que bajar al centro del campo para intentar iniciar jugada. El Cádiz CF, atrincherado atrás, ya no tenía tanta prisa y se limitaba a esperar a hacer daño en una contra. Empujado por su afición y ante un Real Valladolid cada vez más irreconocible, que probó a intercambiar las posiciones de Plano y Toni, el conjunto amarillo conseguía llegar al descanso por delante.
La segunda mitad no trajo consigo variación alguna. Las diabluras de Toni no fueron suficientes como para acercar al empate al equipo vallisoletano, que no encontraba al pichichi Jaime Mata. Los minutos pasaban y los de Álvaro Cervera parecían tener controlado el partido a pesar de lo exiguo del marcador. A la contra, José Ángel Carrillo estuvo a punto de finiquitar la victoria, pero Masip volvió a sacar una mano providencial. Ante esto, Luis César no esperó más y sentó a los extremos que tanto lo habían intentado en el primer acto. Sus sustitutos iban a entrar en juego rápidamente. Un Ibán Salvador que más tarde acabaría con la cabeza vendada por un choque, se plantó solo delante de Cifuentes, pero su inocente disparo no logró superar al cancerbero local. El rechazo le cayó a Giannis Gianniotas en el segundo palo, pero el griego tampoco atinó, enviando la pelota fuera.
El choque no estaba cerrado y la afición del Carranza lo sabía. Por eso dio el último empujón que necesitaban los suyos para irse al ataque en los últimos minutos, lo que provocó la roja para un desconocido Luismi Sánchez, que trabó al recién ingresado Rubén Cruz en la frontal cuando este encaraba solo a portería. Pese a las últimas oportunidades de Gianniotas y Pablo Hervías tras sendas faltas, el marcador ya no se movió. Suficiente para un Cádiz que se lleva el cuarto triunfo consecutivo para meterse de lleno en la pelea por el ascenso. Nueva derrota a domicilio para el Pucela, con errores repetitivos, que llenan de dudas a un equipo sin alma y sin fútbol en el Carranza que se fue apagando a medida que se acercaba el final y que en ningún momento supo qué hacer con la pelota.