El término 'final' está explotado en el mundo del fútbol pero, en esta ocasión, el Real Valladolid hacía gala de él. El equipo y, ante todo, Luis César Sampedro se jugaban mucho más que tres puntos. No valía otro resultado que no fuera la victoria. Daba igual cómo se produjese. Los pucelanos debían ganar, y así se ha producido. Con el resultado, el partido es bueno y el objetivo está en el bolsillo. La versión resultadista se impone con mucha claridad.
Pese a los miedos iniciales y las dudas tras la reanudación, el Pucela vivía un final de partido tranquilo. Por suerte, lo sufrido ante el Club Deportivo Numancia quedaba en un mal recuerdo y el equipo blanquivioleta conseguía cerrar el duelo antes de los últimos 20 minutos. Volviendo, como se esperaba en la previa, a la esencia de este equipo con un doble pivote muy fijo y dos jugadores ofensivos por fuera, el Real Valladolid aprovechó la fuerza de su ataque para conseguir tres puntos que no deben tapar las muchas limitaciones del equipo.
Estas siguen existiendo, pero con el regreso a la victoria y el olvido de la mala racha de la última etapa, el futuro se ve con otra cara y ese futuro es a corto plazo. A muy corto espacio. Este próximo martes el Pucela recibe al Real Zaragoza. Un duelo que seguirá buscando la evolución de un equipo que, por el momento, sólo ha despertado. Ahora queda demostrarlo.
"Están en la misma situación que nosotros". Así definió Luis César Sampedro al Lorca FC este jueves en la rueda de prensa. Analizando los objetivos individuales de cada uno, el equipo blanquivioleta y el de Curro Torres están de forma similar. Una mala racha que les hace vivir lejos de sus objetivos y ambiciones. Ninguno de los dos estaba bien antes del duelo y ese miedo se transformó en los primeros instantes. Ambos equipos tenían más miedo por encajar que ambición por anotar y, así, el partido tenía muy pocas ocasiones.
Ocurría muy poco. En un área y en otra. Todo hasta que un balón largo de Jordi Masip no era despejado por Carlos Peña ni rematado por Jaime Mata. Ese balón suelto lo aprovechaba Borja Fernández para anotar el primer tanto del partido y el cuarto en su vida blanquivioleta. Se abría la lata y el Real Valladolid respiraba. Podía hacerlo, pero sin cambiar en exceso la dinámica del partido. El encuentro seguía el mismo guion. Miedo a los errores y mucha falta de acierto a la hora de generar ocasiones. Las dudas se apoderaban de todos los jugadores al llegar al área contraria y así se llegaba al descanso.
El tanto de Borja rompía la igualdad pero no olvidaba las limitaciones, dudas y problemas del equipo de Luis César Sampedro. Ambos equipos demostraban por qué están fuera de sus objetivos cuando se roza la primera mitad de la temporada.
La ventaja era local pero el juego, igualado. Unos y otros buscaban que los detalles cayeran de su lado o, por ejemplo, que un rebote le diera una ventaja. Todo podía cambiar con un detalle pero el juego era tan plano que esos detalles se quedaban en apenas un saque de esquina o en una segunda jugada que no sabían aprovechar. El Real Valladolid quería buscar la verticalidad pero se topaba con mucha distancia entre sus líneas. Los jugadores más ofensivos parecían estar en un mundo muy lejano al de los centrales, por ejemplo.
El encuentro poco a poco iba tomando un tinte más de que no se iba a imponer el mejor del partido sino el que fuera menos malo o, en otro sentido, el que supiera aprovechar mejor su calidad individual. Así, el camino, pasada la hora de juego, invitaba a que sería el Real Valladolid el 'menos malo'. Lo sería por tener a Jaime Mata en su equipo.
El máximo goleador de LaLiga 1|2|3 daba un bálsamo al equipo de Luis César y, ante todo, a los poco más de 6.600 espectadores que se congregaron en el Nuevo Estadio José Zorrilla. El decimoquinto tanto del madrileño eliminaba los pitos que se habían comenzado a escuchar en el estadio blanquivioleta tras un inicio de segunda parte en el que las dudas y los miedos del Pucela se multiplicaron sobre la primera mitad. Y ya es decir.
Tras lo vivido hace sólo dos semanas ante el Numancia, que el Real Valladolid fuera ganando por una renta de tres goles no era sinónimo de victoria, y menos cuando aún quedaban los 20 minutos que restaban tras el tanto de Pablo Hervías. Los de Sampedro debían restar, como poco, 10 minutos, para vivir un final tranquilo de penalti. Un tiempo de esos que valieron para que los pucelanos vieran a ciertos jugadores muy reservados por el cuerpo técnico y, a su vez, para aplaudir y ovacionar a otros futbolistas.
Aunque aun quedaban 20 minutos, el Real Valladolid tenía muchos objetivo por cumplir. Desde la tranquilidad del tramo final hasta la portería a cero, pasando por recuperar sensaciones olvidadas y conseguir un empujón final para no sólo cerrar el partido sino también 2017. Por el momento, el final del encuentro fue positivo. Se consiguieron todos esos objetivos y el partido se cerraba con la sensación de que el equipo ha despertado. Ahora queda la obligación de que no se vuelva a dormir.