Tras caer en descenso siete meses después, el Real Valladolid visitaba Vitoria con la necesidad de conseguir una victoria que alejase fantasmas para el equipo de Sergio. Por ello, los blanquivioleta llegaron al Estadio de Mendizorroza sin "nada que perder". Pese a ello, la primera parte debilita aún más el momento del equipo.
Los blanquivioleta dejaron una pobre imagen en el inicio del partido y en la primera parte completa. Su propuesta y reacción dejó mucho que desear en un equipo con tanto en juego. Por suerte, el devenir del partido y dos acciones a balón parado dejaron el viaje pucelano a tierras vascas como un pobre pero nada despreciable empate.
El once titular de Sergio González revelaba que el Real Valladolid atraviesa una etapa anómala en su temporada. La plaga de lesiones, sumada a la sanción de Rubén Alcaraz, obligaba a una reestructuración total del centro del campo con respecto al partido que acabó en empate frente al Getafe hace tan sólo unos días. Sergio González buscó cerrar la medular apostando por Fernández y Fernández, Borja y Joaquín, y la pareja duró 30 minutos clavados.
La exclusividad de que la apuesta inicial no se prolongase durante el resto del encuentro fue una suma de factores. Primero un desastre colectivo y después una cuestión física, ya que Borja Fernández abandonó el césped de Mendizorroza en el minuto 30 con unos dolores que después dibujó a los que pasaron a ser compañeros de banquillo. Lo mismo haría Keko, que duró todavía menos: 20 minutos. Camino va el Pucela de poder hacer un 11 con lesionados. Poco, muy poco, le falta.
Sin desviarnos de la dupla Borja y Joaquín, ambos fueron la cara opuesta de la moneda. El veterano la cruz junto a Yoel Rodríguez, el joven procedente del Almería la cara. Por el medio de esta historia están los goles. El tema es que en los del Alavés tuvo una clara influencia negativa Borja, que en el minuto 3 adoleció falta de ritmo con un balón traicionero al portero que Yoel terminó de estropear con un pésimo despeje que rebotó en la presión de Guidetti y supuso el 1-0.
Un mazazo para la afición, para el equipo, para las ilusiones, para la permanencia... El camino era más oscuro que en ningún momento de la temporada y el Real Valladolid parecía seguir sumido en la depresión instalada por el penalti de Óscar Plano seis días atrás. Parecía el Pucela un equipo de Segunda derrumbado en el Camp Nou en una eliminatoria copera a partido único.
La realidad de una justísima (siendo generosos) plantilla para Primera División le devoraba en el peor momento. La penitencia no era todavía total, pues una falta al trantrán de Borja alfombró el segundo del Alavés cumplido el 23. Un drama.
Y esta era la película en el minuto 37: 2-0 en contra, Keko lesionado, Borja lesionado y Yoel desolado. Waldo y Míchel dentro de forma obligada. Apareció entonces un balón parado y también Joaquín. La rozó con la testa y despistó a Pacheco para forzar el esperanzador 2-1 que al menos daba vida a un Real Valladolid que había estado intubado.
Quedaba la ilusión de conseguir algo positivo de la visita a Vitoria pero el devenir del partido en el tramo final de la primera parte y en toda la segunda fue de querer y no poder. Con intención, los de Sergio no consiguieron generar miedo sobre la meta de Pacheco. No mostraban la necesidad de ganar que tenían.
Sin fuerza, convencimiento ni consistencia en su propuesta, el Real Valladolid pagaba la pobre ejecución inicial hasta que Enes Ünal y Sergi Guardiola consiguieron trenzar una pequeña ocasión. El pase del turco al '12' generó la acción en la que el murciano sacó un penalti que el propio Ünal aprovechó.
Con un cuarto de hora por delante, el Pucela devolvía las tablas al marcador y confió hasta el último segundo en poder obtener mayor rédito de lo que parecía ser su sentencia de descenso pero la reacción se quedó en un pobre e insuficiente empate para las aspiraciones pero una buena reacción viendo el inicio del partido y lo ridícula de la propuesta inicial pucelana. El tiempo dará o restará valor a la igualada.