Simone Grippo no deja de crecer en cuanto a jerarquía. 2018 está siendo un año especialmente productivo para el suizo. Primero, al hacerse indiscutible para Natxo González. Segundo, al haber marcado ya dos goles en las últimas jornadas. Y ya ha sumado un hito más: tener el honor de ser capitán del equipo blanquillo.
Corría el minuto 84 del partido de la semana pasada contra el Real Oviedo cuando Javi Ros, que portaba el brazalete de capitán al haber entrado en la segunda parte por Alberto Zapater, se fue lesionado. Los galones, y el brazalete cuatribarrado, fueron a parar al brazo del suizo. Fue un premio a un jugador que, junto a Perone y el resto de defensas, se afanaba por dejar la puerta a cero por tercer partido consecutivo y atar la tercera victoria seguida.
Grippo sonríe. Todo gracias a su protagonismo goleador, su consolidación en el once y su última rueda de prensa, en la que presumió de un perfecto castellano. Hitos a los que se ha sumado su papel de capitán sobre el campo, que puede ser entendido como un premio para un jugador desconocido para el gran público que poco a poco empieza a hacerse un hueco en la historia del Real Zaragoza. En un equipo como el aragonés, en el que el puesto del capitán se elige por votación, portar el brazalete es significativo: su personalidad ha calado en el grupo y es uno de los hombres fuertes del vestuario.