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El gladiador que luchó hasta el final

M.G.

Cesary Wilk desembarcó en el Real Zaragoza a principios del mes de julio de 2015. Fue uno de los primeros fichajes del segundo verano con el director deportivo Ángel Martín González. Visiblemente sonriente, Cesary Wilk afirmaba en su presentación estar dispuesto a conseguir el ascenso a Primera división, algo que ya había logrado con el Deportivo de La Coruña, su equipo de procedencia. "Quiero luchar al cien por cien por el Real Zaragoza y ayudar a mis compañeros a ganar partidos", afirmaba un Wilk que llegó para apuntalar el centro del campo y acompañar a Albert Dorca y Erik Morán desde su posición de centrocampista defensivo. 

 
Desde el primer momento demostró sus virtudes: sus kilómetros recorridos por partido y su gran cantidad de balones recuperados le hicieron ganarse cierta importancia dentro de los esquemas de Ranko Popovic. También contó con el cariño de la grada, como ya le ocurriera en La Coruña. En el equipo gallego había tenido problemas con las lesiones, en concreto en el pie derecho. Dos temporadas de recaídas y dolencias en el quinto metatarsiano que no notó en sus nueve primeros partidos con el equipo aragonés. Su momento álgido estuvo en un 3-2 contra el Almería en La Romareda en el que marcó gol de cabeza, el único tanto que anotaría con los aragoneses. Su calvario comenzó un fatídico 24 de octubre de 2015, en Montilivi. Durante el Girona 0 Real Zaragoza 0, el jugador fue a recuperar un balón ante su rival Jaime Mata, y se golpeó contra él desestabilizándose su rodilla. El polaco se retiró con el ligamento cruzado anterior de su rodilla roto, y se perdió toda la temporada.
El verano siguiente, con Luis Milla en el banquillo, Wilk reapareció. Le dio para jugar dos partidos de Liga y uno de Copa contra el Valladolid. Pero el destino iba a ser cruel con un jugador que había apostado por quedarse en el club aragonés porque creía que tenía una cuenta pendiente: triunfar en Zaragoza. En septiembre se golpeó durante un entrenamiento la rodilla derecha, y salió lesionado de la Ciudad Deportiva. El diagnóstico: una segunda rotura. Demasiado castigo para todo un gladiador como él que, por serlo, decidió seguir luchando.
Su tercera cruz llegó hace justo un año, abril de 2017, cuando recayó por tercera vez. Tras aquello, que parecía la puntilla, el Real Zaragoza le reservó ficha en verano y su dorsal número 12. Lalo Arantegui explicó que era uno más. El pasado mes de enero le dieron el alta médica y parecía que iba a ser uno de los 'refuerzos' invernales de Natxo González, se habló de que podría ir convocado. Pero nada más lejos de la realidad. Un mes y medio después, Cesary Wilk ha dicho 'basta'. El polaco luchó hasta el final, hizo grupo en el equipo y siempre tuvo la ilusión de volver. Pero tres roturas de rodilla y unos dolores que le hacían despertarse por la noche le han hecho tomar la decisión más trascendental de su vida: dejar el fútbol con la cabeza bien alta.
El Levante 4 Real Zaragoza 2, del 10 de septiembre de 2016, quedará en la historia como el último partido oficial que jugó un Cesary Wilk que lo dio todo mientras le dejó su rodilla derecha.
 

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