Íñigo Eguaras volvió a competir con el Real Zaragoza y lo hizo a lo grande. Más allá de su actuación, que también fue positiva, hay que valorar su rendimiento. En los planes de Idiakez no estaba que jugara todo el partido, pero las lesiones y la obligación de remontar mantuvieron al centrocampista navarro 93 minutos en el campo. Fue una reaparición satisfactoria que midió la recuperación del jugador en un escenario mucho más exigente de lo esperado.
El timonel del equipo blanquillo volvía a jugar y lo hacía como titular en el primer vértice del rombo. Fue el encargado de sacar el balón jugado y de canalizar el juego ofensivo del equipo. Filtró un gran pase a Lasure que acabó con un remate al poste y se entendió a las mil maravillas con Pombo cuando éste pasó a la mediapunta. Al final se tuvo que bajar las medias porque no podía ni con el pelo, pero acabó el partido con buena nota.
111 días después de que Eguaras jugara su último partido -fue el de la despedida del curso pasado ante el Numancia- llegó el día de regresar a la competición. Una latosa pubalgia había mermado las condiciones de un jugador clave en el engranaje zaragocista. Ya lo hizo en el último me de la pasada campaña y se notó demasiado, por lo que se decidió parar y ha estado más de tres meses en el dique seco.
Los servicios médicos del club descartaron la intervención quirúrgica en el caso del navarro al contrario de lo que se decidió con Raúl Guti. Eguaras inició la temporada haciendo ejercicios específicos para recuperarse de su lesión. Bicicleta, gimnasio... Pero nada de balón. La evolución fue más lenta de lo esperado. Los dolores persistían y hubo dudas sobre su recuperación.
Finalmente, hace un mes volvió al equipo y lo hizo muy poco a poco para evitar sustos. Aún así es una lesión complicada y el jugador sigue teniendo alguna molestia por lo que sigue echando mano de antiinflamatorios.