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Dos años del final más cruel posible

Zapater, desolado tras la derrota ante el CD Numancia (Foto: Daniel Marzo).
Enrique Serrano

El 9 de junio de 2018, toda una ciudad vibraba con su equipo. Zaragoza se llenaba de zamarras blanquillas y en La Romareda se respiraba el ambiente de las grandes citas. El Real Zaragoza acababa tercero LaLiga SmartBank y volvía a disputar un playoff que parecía, esta vez sí, tener de cara. El conjunto de Natxo González venia de empatar a uno en Los Pajaritos, y ahora le tocaba rematar la faena en casa. Con aquel fatídico partido de Las Palmas en la mente, el aficionado medio del conjunto blanquillo confiaba en su equipo, y ni el más pesimista, se esperaba que se diese un desenlace tan cruel para el Real Zaragoza.

La tarde era soleada y el estadio lucía una de las mejores entradas de la temporada. En la primera parte eran mejor los rojillos, y conforme transcurría el encuentro y pasaban los minutos, el cielo ennegrecía y se avecinaba una gran tormenta. En la segunda mitad comenzaba algo mejor el Zaragoza, pero empezaba a llover. Llegaba el primero del conjunto soriano en el minuto 64 y los locales necesitaban un gol para forzar la prórroga, pero nadie podía evitar que se desencadenase el naufragio zaragocista. Borja Iglesias, Zapater y Papu perdonaban ocasiones clarísimas, hasta que en el minuto 79 llegaría la esperanza blanquiazul con el gol de Mikel González.

La afición enloquecía y volvía a creer en pasar la eliminatoria. Parecía que lo peor había pasado, pero ni mucho menos. Lo peor estaba por llegar. El final más cruel posible parecía escrito por un malvado guionista, y el encargado de ejecutarlo era un viejo conocido: Pape Diamanka.

Corría el minuto 90 y todo apuntaba a que la eliminatoria se decidiría en el tiempo de descuento, pero en la última jugada que gozarían los sorianos se llevarían el triunfo 'in extremis'. Iñigo Perez, el mejor del encuentro, ponía un córner cerrado que despejaba Iñigo Eguaras en el primer palo, el balón le caía al '11' del Numancia, que en la frontal del área se regatearía hasta tres futbolistas del zaragoza -Buff, Papu y Borja Iglesias-.

Mikel González le cortaba la trayectoria, a la vez que por megafonía se avisaba del tiempo de prolongación, el balón caía, de nuevo, a los pies de Iñigo Pérez, que de primeras ponía un centro perfecto para que Pape Diamanka se infiltrase a la espalda de Alberto Benito e introdujese el esférico en las mallas de Cristian, que no pudo hacer nada en todo el partido.

Borja Iglesias, inconsolable tras la derrota ante el CD Numancia (Foto: Daniel Marzo).

Un fracaso más

La desolación invadía La Romareda, los gestos de sufrimiento, llanto e incredulidad eran unánimes entre los aficionados zaragocistas, que se contrastaban con las caras de emoción y felicidad de los seguidores rojillos y de la plantilla del CD Numancia. Los jugadores del Real Zaragoza no sabían ni cómo reaccionar, algunos como Borja Iglesias, rotos por dentro y con las lágrimas en los ojos, pedían perdón a los aficonados por haberles fallado. Pero una vez más, la afición volvía a estar a la altura, y conscientes del esfuerzo de su equipo, animaba y cantaba con orgullo el himno zaragocista.

Era otro fracaso, uno más para una afición acostumbrada, en los últimos años, a ver a su equipo perder. Pero eso no supondría nada, este desastre no cambiaría las cosas, y seguirán animando hasta que algún día el sueño se cumpla. Han pasado dos años y la situación es parecida, aunque un poco mejor, porque el Real Zaragoza es segundo y aspira al ascenso directo. De la mano de Víctor puede llegar, por fin, el soñado ascenso, y la mejor vía es hacerlo, dejando de lado el playoff, que tantos dolores de cabeza y sufrimiento ha traído.

La afición del Real Zaragoza antes del partido ante el Dépor (Foto: Real Zaragoza).

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