En la mañana de este viernes, Raúl Sanllehí, en nombre del Real Zaragoza y junto a los representantes de la empresa IDOM, presentarán el diseño que desde el club aragonés se ha elegido para entrar en el concurso del Ayuntamiento de cara a la construcción de un nuevo estadio en la ubicación en la que se sitúa actualmente La Romareda.
El viejo coliseo zaragozano forma parte del imaginario colectivo de los habitantes de la ciudad. Muchos de ellos, especialmente los más jóvenes, tienen el actual aspecto grabado en la memoria. Sin embargo, el estadio de La Romareda no siempre fue como es ahora, y con el paso de los años ha sufrido notables modificaciones.
Iniciadas en septiembre de 1956, las obras del actual estadio suponen un esfuerzo faraónico, al situarse el terreno de juego por debajo del nivel de la calle alrededor de unos 8 metros. No será hasta un año después cuando se finalicen los trabajos que permiten inaugurar La Romareda el 8 de septiembre de 1957 en un partido frente a Osasuna. Apenas unos años después se darán las primeras reformas, en 1960 se pondrán las primeras torres de iluminación.
La primera gran reforma del estadio de La Romareda se produce en el año 1977. Veinte años después de la inauguración, el campo del Real Zaragoza se queda pequeño y se hace necesaria una ampliación. Unos trabajos que duraron, como la construcción incial, sobre un año, desde junio de 1976 a agosto de 1977.
Se amplían entonces las Tribunas de Gol Norte y Gol Sur, a las que se añade además el cubrimiento de ambas zonas. Con esta reforma el aforo del estadio blanquillo alcanzaría un máximo de más de 43.500 espectadores.
Como ahora, con el Mundial 2030 en el horizonte, también en 1982 hubo que retocar el estadio de La Romareda para adecuarlo a las condiciones necesarias para la disputa del torneo. Entonces la reforma que se ejecutó fue algo más sencilla.
En 1982 se optó por completar la cubierta de La Romareda, que llegaría pues a todo el perímetro del terreno de juego. Además, la normativa obligó a que todas las localidades fueran de asiento, lo que redujo el aforo hasta los 34.596 espectadores.
Uno de los elementos más llamativos del estadio en el Mundial de 1982 era el videomarcador, propiedad de una empresa privada y que no permaneció en La Romareda más allá del torneo mundialista. En su lugar, el actual llegó con la disputa de partidos durante los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Si bien el aspecto del estadio no ha variado desde 1982, durante los últimos años se han ido realizado pequeñas actuaciones que han servido para adecuar de alguna manera una instalación obsoleta a los tiempos actuales.
Entre otras cosas, se cubrió el foso que separaba el terreno de juego y la grada. También se han realizado ciertas mejoras en vestuarios y otras zonas no accesibles al público. Sin ir más lejos, la llegada de la selección española el pasado mes de septiembre obligó a la mejora de la sala de control antidoping o la zona de control de seguridad, así como otras actuaciones en vestuarios o banquillos.
También de aquel encuentro parte una de las grandes variaciones estéticas de La Romareda en las últimas décadas, el cambio de los tradicionales focos incandescentes por otros con tecnología LED, más eficientes y luminosos y que han modificado el aspecto tradicional de las icónicas torres de iluminación.
Una historia que está a punto de vivir un nuevo capítulo en el que cambiará por completo el aspecto de La Romareda, que quedará, eso sí, como parte importante de la historia del fútbol español.