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Tenía que ser él

Periodista especializado en Sevilla FC y Betis.

El fútbol, como en la vida, a veces parece tener escrito el destino. España se jugaba la vida, la historia y, antes de todo, el pase al Mundial de Catar 2022 este domingo en Sevilla, en La Cartuja, y, casi toda la segunda mitad, con Álvaro Morata como hombre referencia, como esperanza del gol. Y ya lo saben: tenía que ser él.

Su nombre fue aplaudido hasta en el calentamiento. En Sevilla la memoria se cuida y se respeta, en La Cartuja nadie había olvidado todo lo que se vivió el pasado verano alrededor de Morata y no estaban dispuestos a permitir que se la herida volviese a sangrar. Era imposible que volviese a suceder.

La realidad, todo sea dicho, es que Morata entró con mal pie. Falló las primeras acciones que tuvo, errático en el control y en la conducción e incluso mandó al Sánchez-Pizjuán, o quizá al Benito Villamarín, un balón muerto en el área. Y aún así, no se escuchó pito alguno.

Los minutos pasaban, la tensión crecía y mientras Ibrahimovic provocaba un run run imparable en la grada, la realidad es que el '9' que iba a celebrar un gol estaba en el otro campo y se llamaba Álvaro Morata.

Dani Olmo se sacó un trallazo increíble y el rechace, con sutileza, con la sangre fría que sólo tienen los delanteros, sin presión alguna, con la defensa sueca mirando, se fue a la red. La metió Álvaro Morata, y tras 50.000 miradas de tensión y esperanza al línea, La Cartuja empezó a celebrar.

España estará en el Mundial. La selección de Luis Enrique cumplió con el trabajo. Todo por un gol, que, como todos saben, tenía que ser de él: Álvaro Morata cierra el círculo en Sevilla.

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