Por ejemplo, ante el Levante. El equipo generó ocasiones pero no fue capaz de anotar el segundo gol. Cabral salvó un disparo de Manu del Moral sobre la línea de meta y Munúa detuvo un penalti a Negredo cerca del final, hechos que promovieron disertaciones basadas en la falta de fortuna. Por parte de los jugadores y también de Míchel.
El técnico lamentó que la suerte le esté dando la espalda esta temporada al Sevilla y se amparó en el buen juego del equipo para hacer una llamada a la esperanza. Lo hizo con frases como "hemos hecho méritos suficientes para que el partido no fuese tan cruel con nosotros", "no siempre van a pasar cosas tan malas como las de esta noche" o "jugando así lo lógico es que los resultados sean distintos".
El fondo recuerda a los alegatos que empleó Marcelino García ante la poca efectividad sevillista. "No es normal tener catorce ocasiones y no meter ninguna; para generlarlas hay que jugar bien al fútbol, es difícil hacerlo mejor. La solución es seguir trabajando con esta idea y así el gol tiene que llegar seguro", comentaba el asturiano tras el empate a cero con el Español, semanas antes de ser destituido.
El problema sigue siendo el mismo, la falta de contundencia ante la portería rival. Y lo más preocupante, a día de hoy, es que el tiempo se agota. El final de la Liga está muy cerca y urge una solución. El Sevilla no puede perdonar en adelante. Días como el de la derrota a manos del Granada en el Sánchez-Pizjuán, en la primera vuelta, u otros duelos en que se escaparon puntos por la falta de eficacia no deberían darse de nuevo.
Afinar la puntería es vital para la consecución del objetivo. El buen juego se presenta a ráfagas, como los resultados, y no siempre lo uno y lo otro van de la mano. Por ello, además de mostrarse firme en defensa, cosa que a menudo no cumple, al Sevilla no le queda sino mostrarse letal arriba. Sólo así podrá acabar con un discurso que inició Marcelino y que, obligado por las circunstancias, ha retomado Míchel.