Álvaro Ramírez IIIPocas veces un partido tendrá una lectura y un análisis tan claro y sencillo como el del Sevilla en Vallecas. El conjunto nervionense ha sido netamente superior, en juego y en número (durante 20 minutos), pero ha fallado innumerables y claras ocasiones, entre ellas dos penaltis, y ha acabado empatando un encuentro que debió ganar, y por goleada.
La imagen del conjunto de Míchel fue buena, bastante buena. Planteó el encuentro mucho mejor que el Rayo Vallecano. Le ganó la partida de principio a fin y apenas sufrió Palop. El Sevilla supo cómo jugarle a los madrileños y cómo aprovechar el a veces temerario sistema de Paco Jémez, con tres centrales. Fue tan sencillo como parecía a priori. Aprovechar el espacio que quedaba entre los centrales y los carrileros ofensivos locales. Jesús Navas y Manu del Moral, que mejoró en mucho a Reyes, encontraron sendas autopistas. Además, el equipo hispalense robó muy arriba, adonde le costaba crear al Rayo, y se plantaba en el área rival con superioridad de efectivos y con claridad.
El Sevilla fue tan superior como pareció. Por eso es menos entendible aún que no acertara ni en una de sus múltiples, variadas, variopintas, diversas, distintas ocasiones. El colmo de los errores lo supusieron los dos penaltis fallados. El primero al comienzo del encuentro por Negredo, al palo, y el segundo de Rakitic en la segunda parte, que ni cogió portería. Increíble.
Pero además de los dos penaltis Manu, Trochowski, Negredo, Botía... medio equipo sevillista tuvo alguna ocasión que llevarse a la boca ante Rubén primero y ante Dani Giménez después.
Y el lamento sevillista se acrecentó por cuanto marchaba bien todo el resto del juego. La defensa, con Botía, bastante firme, el centro del campo activo, Negredo jugando bien de espalda, Navas y Manu entrando en juego... pero no había quien la metiera entre los tres palos.
Ni siquiera cuando el Sevilla jugó durante 20 minutos de la segunda parte con uno más tras la expulsión de Rubén en el penalti que malogró Rakitic. De hecho, jugando con uno más el equipo de Míchel perdió algo de llegada incluso. El madrileño, acertado de sobra en el planteamiento del partido, no anduvo fino con los cambios (Hervás, Maduro y Rubio), que cerraron el campo y facilitaron
la labor defensiva de los locales.
Con todo, casi nada es achacable en este encuentro al desarrollo táctico del partido, favorable y meritorio del Sevilla, sino a la falta de eficacia, puntería y precisión en los últimos metros del conjunto nervionense. No será demasiado preocupante si lo que se repite en los próximos partidos es el juego y lo que cambia es la eficacia. Debe ser así porque no es normal perdonar lo que ha perdonado el Sevilla. Pero también debe replantearse el equipo hispalense por qué con una superioridad neta no ha sido capaz de ganar, y ganar fácil.