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¡MIRACOLO, FINALE!

ElDesmarque
 
Álvaro Ramírez IIIUn milagro, un cabezazo de M'Bia en el minuto 94 en una pelota caída del cielo, un momento histórico en la vida de este Sevilla FC, un lance a priori intrascendente, un saque de banda, un instante único en el que el sevillismo paralizó sus corazones para palpitar luego como pocas veces antes ha llevado al Sevilla a la final, a la final de Turín. La tercera final de la historia de la Liga Europa para el club. 


Ese gol de M'Bia, ese tanto milagroso, como el de Palop en Donetsk, como el de Puerta ante el Schalke, ha llegado cuando ya nadie esperaba al conjunto de Emery en la final de la competición. Fue un desenlace mágico, puede que injusto a tenor de lo visto en este partido de vuelta, pero definitivo al fin y al cabo. Fue una explosión de alegría después de 93 minutos de puro sufrimiento, de dolor, sudor y desacierto. Una explosión de magia europea que ha sido cosechada en más noches que esta, que en cualquier caso será inolvidable. Fútbol es fútbol, que diría el difunto Boskov. El Sevilla en Europa es el Sevilla en Europa, que diría un sevillista.

Crónica on-line
Árbitro
Mirolad Mazic. Amarillas a Bernat (53'), Feghouli (72'), Diego Alves (83'), Carriço (85'), Matheu (92').
Formaciones
Valencia CF: Alves; Joao Pereira, Ricardo Costa, Mathieu, Bernat; Parejo (Javi Fuego, m. 78), Keita; Feghouli, Vargas, Piatti (Fede, m. 61); Jonas (Barragán, m. 83).  Sevilla FC: Beto; Coke, Pareja, Fazio, Fernando Navarro (Alberto Moreno, 72); M'Bia, Carriço; Reyes (Marin, m. 79), Rakitic, Vitolo; Carlos Bacca (Gameiro, m. 66).
Goles
1-0, m. 13: Feghouli. 2-0, m. 25: Jonas. 3-0, m. 69: Mathieu. 3-1, m. 94: M'Bia.
Incidencias
Mestalla. Lleno, 6.000 sevillistas en las gradas.

Y el fútbol es caprichoso, muy caprichoso. Dejó que el Valencia labrara una remontada merecida, por superior a su rival sevillista, que igualara en la primera parte la eliminatoria y que la decantara en la segunda mitad. Todo merced a una falta de personalidad puntual, casi cuando más se esperaba, de la amplia plana nervionense, desde el entrenador hasta el último de los jugadores, atemorizados desde el principio. Pero el caso es que en este momento puntual, en este partido el Sevilla no dio la talla. Pero también es cierto que la viene dando el Sevilla en toda la competición, que la dio en la ida, que la dio ante el Betis, ante el Oporto, que la dio desde agosto, y quizás por ahí el fútbol haya podido hacer la justicia que reclamaran los valencianos, con quien el balompié fue duro este jueves, muy duro, quizás no tanto como con los rivales de las eliminatorias anteriores.
La película del partido fue horrible para el Sevilla, desde el inicio hasta el minuto 94. Timorato, atemorizado, desacertado, mal posicionado, fue superado por el Valencia ampliamente. El principio del partido lo preveía hasta el más ignoto de los aficionados sevillistas. El Valencia se marchó arriba, metió intensidad al encuentro, máxima concentración, acompañada de acierto e introdujo una novedad táctica que que cogió a pie cambiado al equipo hispalense. Jonas, Vargas, Feghouli y Piatti se agrupaban por dentro, dejándose caer, y sacaron petróleo del mal posicionamiento y la descoordinación entre la línea de cuatro de la retaguardia y el centro del campo.
Todas las virtudes ches además encontraron una nefasta respuesta en el conjunto de Emery. Desatención, pérdida de la posición, despistes defensivos... y la conjunción fue fatal, porque apenas a los 13 minutos el Valencia se adelantó en el marcador tras una clara desaplicación conjunta iniciada por los centrocampistas rojos, que dejaron a Feghouli campar a sus anchas, y seguida por un blandito Fazio, que perdió claramente en el lance técnico con el tunecino.
La cosa se ponía fea en defensa, pero en ataque no era mucho mejor. Nadie asumía la responsabilidad, nadie tenía la pelota, ni la quería. Y cuando la tenían, erraban. Carriço y M'Bia estuvieron desconocidos, Reyes y Rakitic eran fugaces y como producto de todo ello Bacca estaba casi inhóspito. El caso es que el Valencia fue mejor porque puso más y porque el Sevilla directamente puso menos, menos intensidad, menos concentración y menos acierto.
Y realmente no fue demasiada sopresa cuando Jonas, el suplente de Alcácer, anotó el segundo e igualó el encuentro. Nuevo fallo en cadena y mal posicionamiento del equipo, de Vitolo, que abandonó su posición y propició la cómoda internada de Bernat, de Coke, que le dejó centrar, y de los centrales, entre los que se coló Jonas para rematar a gol.
La cosa pintaba mal, muy mal, y la segunda parte tampoco volteó la situación del conjunto de Emery. Quiso salir mejor tras el descanso el Sevilla, con más balón, con más posesión, pero realmente no cambió tanto el panorama. El Valencia, con la eliminatoria igualada, esperaba una buena ocasión para asestar el golpe mortal. Y el Sevilla, con sus referentes desaparecidos, apenas hacía cosquillas. Ni un tiro a puerta desde la clara ocasión de Reyes en la primera parte. Diego Alves vivía con total tranquilidad.
Por eso tampoco extrañó el tercer tanto de Mathieu, en otro pequeño desastre de marcas y posicionamientos en un saque de esquina. El tercer tanto eliminaba al Sevilla, lo tumbaba. Y así se quedó, tumbado, el Sevilla hasta el minuto del orgasmo, del éxtasis, de la felicidad, hasta que Palop, Puerta y M'Bia se hicieron uno para rematar a la red el cabezazo de Fazio hacia atrás. Apareció el camerunés, de rojo, para dar la más inmensa alegría de los últimos años a los cinco mil valientes que estaban en Mestalla y a los miles de sevillistas que cantaron en sus casas el gol como solo cantaron otros pocos en su historia.
El sufrimiento pasó, el sufrimiento se recordará, pero el Sevilla está en su tercera final de la Liga Europa. Finale, finale, finale.

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