El Sevilla salió con algo de vida del estadio del Espanyol cuando parecía que el 3-0 iba a suponer una herida mortal en sus aspiraciones por llegar a las semifinales de la Copa del Rey. El gol de Bacca asegura un partido de muchas emociones en la vuelta. El sevillismo ya anda encendido en las redes. En realidad, al Sevilla le van épicas como las que necesitará en siete días. Pero más allá de eso, el partido que se ha celebrado esta noche en Barcelona esconde varios aspectos a analizar.
Y el primer de ellos, la alineación que puso en liza Unai Emery ante el conjunto periquito. Si ya la convocatoria era algo rarita con la ausencia de hombres como Beto o Banega, el once tampoco dejó a nadie indiferente. El técnico volvió a situar a Coke como centrocampista, acompañando en el doble pivote a Iborra. El vallecano abandonaba su posición habitual para dejarle sitio ahí a Aleix Vidal. Y el experimento no funcionó. Cuando el Sevilla tenía el balón, el ex del Rayo abandonaba demasiado el centro y tendía a ocupar su sitio natural en la banda. Vidal pasaba entonces a ser extremo y empujaba a Reyes al centro. Eso dejaba a Iborra muy sólo en la medular, que no daba abasto ante el centro del campo espanyolista.
El resultado era una salida de balón muy sucia, con constantes balones en largo de los centrales a gente de poca envergadura, como es el caso de Gameiro. Ante eso, Emery miraba el banquillo y tampoco veía soluciones. Puede que precisamente ahí empezara a pasarle factura la convocatoria que había confeccionado. Faltaba fútbol sobre el césped y en la banca no había alternativas para paliar esta carencia. Aunque, en realidad, la lectura es que hace falta un fichaje para el centro del campo como el comer. Sí aprovechó los pocos minutos que tuvo Aspas, quien estuvo más incisivo que Deulofeu, cumpliendo con la labor de revulsivo que Emery buscaba con ambos. Y, sobre todo, Bacca, que con su gol ha asegurado un partido grande la semana que viene en Nervión.