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El niño que arengaba a las masas

Las finales del Sevilla las comparten todos los sevillistas. Pequeños, grandes y mayores, y casi hasta los que no están. Una final aglutina a muchos aficionados en pocas horas, muchos sentimientos en poco espacio y multitud de historias teñidas de blanco y rojo todas por igual, aunque luego cada una tiene una tonalidad.

Hay familias que viajan enteras y hacen de las finales unas bonitas minivaciones, hay aficionados que se trasladan con amigos, con compañeros de trabajo; hay aficionados que viajan hasta solos; y hay aficionados que se hacen precisamente amigos en estas finales, que ya con tanta afortunada coincidencia son varios los encuentros.
Esos son los momentos bonitos de las finales, los momentos inolvidables más allá del partido, los títulos, el rato, el viaje con gente compañera y amiga.
Por eso cada final sevillista deja momentos irrepetibles, como el de ese niño arengando a las masas o como ese José, de 76 años, que bastón en mano se ha traslado a miles y miles de kilómetros solo por ver a su Sevilla FC. Con esos momentos también se hace grande el sevillismo. 

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