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Ocho años del fallecimiento de la leyenda

Pepe Santiago

Un 28 de agosto, hace 8 años, fue cuando el entusiasmo de la afición sevillista, que veía triunfar a su equipo a lo largo y ancho de Europa, se veía abatida por una situación sin precedentes tras el fallecimiento de uno de sus jugadores emblema; la expiración de Antonio Puerta. Todo comenzó mientras se disputaba el primer partido liguero de la temporada 2007-2008, cuando se enfrentaban el Sevilla y el Getafe en el Ramón Sánchez Pizjuán, y la zurda de diamante sufrió un desmayo en el minuto 28, razón por la cual tuvo que ser trasladado de urgencia al Hospital Universitario Virgen del Rocío. Así las cosas, pasarían tres días hasta que se confirmara uno de los temores del sevillismo; su fallecimiento.

La condición de Puerta en el Sevilla no era la habitual. Y es que a la temprana edad de 23 años ya se había convertido en leyenda viva del sevillismo tras clasificar al plantel blanquirrojo a la final de la Copa de la UEFA 2006, gracias a su gol al Schalke 04 en un jueves de feria. Sería gracias a él, con su tanto, cuando comenzara la época más fructífera del Sevilla en su historia.
Pero la cosa no se paró ahí. De hecho, el centrocampista sevillano, desde que hiciera ese tanto para la historia, fue haciéndose, a pasos agigantados, un hueco en la memoria de la afición sevillista, y por supuesto en la del club. También quedará para la memoria La Puertinha, aquella espléndida jugada en solitario que realizó ante el Barcelona, durante la final de la Supercopa de Europa 2006, y que casi termina en gol, algo que sin duda habría engrosado su historia.
Aunque su paso por Nervión fue breve, debido a su corta edad, La zurda de diamante supo embolsarse a los seguidores sevillistas. Tanto fue así que tras su fallecimiento no ha habido encuentro en el Pizjuán en el que durante el minuto 16 de partido no se recuerde y se celebre el nombre de su ídolo.
Además, lo que su figura, su esencia, su perspicacia y su lealtad representan en el mundo del fútbol trascendió más allá del campo de juego al lograr, tras su fallecimiento, que dos rivales, como son el Betis y el Sevilla, se unieran para para despedirlo. Su figura no solo representó al sevillismo, también simbolizó el sentimiento de una ciudad unida por la tragedia.

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