El Sevilla FC completó ante el Valencia su decimotercer partido liguero, o lo que es lo mismo, el primer tercio de la temporada. A ellos hay que sumarle cinco encuentros más en Champions, más la Supercopa Europea de Tbilisi. Una campaña que arrancaba con una ilusión por momentos desbordada en el sevillismo, con Unai Emery renovado pese a las multimillonarias y tentadoras ofertas de Milan y Nápoles, y con un plantel a priori 'nivel Champions', con las guindas de Konoplyanka y Llorente. Casi cuatro meses después de que el balón arrancase a rodar en Georgia, el balance no se acerca ni de lejos a lo esperado. Podría definirse de la siguiente forma: irregularidad, decepción, y mucho, muchísimo, margen de mejora.
Irregularidad en todas las competiciones, dependiendo del emplazamiento del partido (dentro o fuera de casa), e incluso en el juego del equipo en un mismo partido. Podría esta palabra en una cuarta ramificación, individualizar en los propios futbolistas, que han dado una de cal y otra de arena según la entidad del rival, mostrándose más firmes ante los grandes. Un partido bueno de Rico, otro malo; un partido bueno de Coke, otro malo; Kolo... Tremoulinas...Krychowiak... y así hasta llegar a la delantera. Este Sevilla tras 13 jornadas es décimo con 18 puntos de 39 posibles, a seis de los puestos Champions. Un plantel capaz de derrotar al todopoderoso Barcelona, de dar un baño de fútbol por momentos al Real Madrid, e incluso de vencer con autoridad al Valencia. Ese mismo conjunto de jugadores que cae estrepitosamente ante la UD Las Palmas, ante el Celta o el Atlético de Madrid, o que no es capaz de pescar más que un punto en Ipurúa y en el Ciudad de Valencia.
Tal es la anomalía en el funcionamiento del equipo, que se muestra como el tercer mejor local del campeonato con 15 puntos, y de la misma manera, como el cuarto peor visitante, sólo con 3. En Champions, tres cuartos del mismo relato. Los de Unai Emery ya están eliminados de la máxima competición continental de clubes, y poseen escasas -aunque posibles- opciones de ir a la Europa League (tendrían que ganar a la Juventus y que el Manchester City hiciera lo propio con el Borussia Mönchengladbach). Pese a empezar la fase de grupos goleando al 'Gladbach', apenas mes y medio después, recibieron un golpe devuelto con la misma moneda. Y aunque cuajaron un gran encuentro contra el City en Inglaterra, no pudieron obtener renta alguna en el Etihad Stadium. Esa falta de regularidad condenó a un cuadro que, sin querer desprestigiar la dificultad extrema de los rivales, podría haber dado una mejor imagen. Ya se barruntaba a comienzos de agosto que el rumbo del Sevilla podría tornarse en inestable en la misma Supercopa de Europa. Por 5 a 4 perdieron con el Barcelona, llegando a empatar un 4-1 para caer en último instante en la prórroga. La garra y la casta que caracterizaban al equipo la pasada campaña aparece de forma intermitente, y los resultados lo están acusando.
El segundo término que define el primer tercio de temporada es la decepción. Ésta, obviamente, va ligada a la primera ya expuesta. Sin un rumbo estable, los puntos no llegan, y de esta forma, las alegrías, tampoco. Monchi confeccionó un plantel con estrellas, un elenco de futbolistas llamados a igualar los éxitos del plantel de oro de la entidad comandado por Juande Ramos. Fueron muchos los debates en verano sobre si la profundidad de banquillo de este Sevilla, unida a la calidad de los titulares, podría hacer sombra a los Kanouté, Luis Fabiano, Alves, Renato... Cuatro meses después, la comparativa está enterrada a bastantes metros bajo tierra. E incluso ha variado, cuestionando si el actual es mejor equipo que el del año pasado. La hinchada rojiblanca, que se abonó para este curso al mismo nivel que en 2006 y 2007, está muy decepcionada. Con los pinchazos ante el Fenerbahçe y CSKA de Moscú aún en la retina, confiaban en ascender un peldaño más gracias a la experiencia acumulada. La prematura eliminación, unida al modo en que ésta llegó, ha llevado hasta a Monchi a calificar la participación sevillista en la Liga de Campeones como fracaso. Un título perdido en Tbilisi, eliminados de la Champions en noviembre, y decimoprimeros en liga... Un bagaje pobre, que hoy por hoy, no llega al aprobado.
El tercer calificativo va en relación a la posible mejoría. Mucho, muchísimo es el margen de mejora del plantel. Es el 'riesgo' del modelo económico-deportivo del Sevilla. Ellos lo aceptan, y hasta la fecha les ha ido de perlas. El vender para crecer tiene sus condicionantes, y la moneda, en ocasiones, puede salir cruz. Del 'campeón de Varsovia' ya se marcharon Bacca, M'Bia, Aleix Vidal o Fernando Navarro, piezas clave (sobre todo los tres primeros) en la consecución de la campaña tan exitosa que finalizó no hace ni seis meses. Muchas bajas, pero todavía más altas. Hasta una decena de jugadores arribaron a Nervión en verano, y apenas un par de ellos han rendido como se pronosticaba. Únicamente Rami y Konoplyanka han dado el paso al frente, unido a detalles de Llorente, Mariano o Krohn Dehli. La calidad de estos jugadores es innegable, pues cuentan con una dilatada experiencia en Europa al máximo nivel. Por ello no es arriesgado aseverar que el margen de progreso del plantel es amplio. Son seis puntos actualmente los que separan a los blanquirrojos de la Champions a falta de dos tercios del campeonato liguero, por lo que el objetivo es más que alcanzable. También queda la Copa del Rey, competición fetiche para la entidad de Eduardo Dato.
Así las cosas, superadas las trece jornadas iniciales de Liga, la nota de los pupilos de Emery y del propio técnico es de suspenso, pero tienen en su mano mejorarla considerablemente. Mimbres hay para ello, y tiempo, también. Eso sí, el lunar de la Champions será difícilmente borrado.