El 0-1 no cambió de inmediato el partido, a pesar de que de un momento a otro se esperaba la reacción azulgrana. De hecho siguió disfrutando de llegadas el conjunto andaluz, aunque también empezó a aumentar las revoluciones del partido el Barcelona, o más bien Messi. El argentino decidió resolver de un plumazo los problemas en la creación del juego culé. El Sevilla dejaba que la creación local empezara por el menos facultado, Mathieu, pero ejercía presión incesante sobre Sergio Busquets, y Arda y Sergi Roberto no acaban de entender lo que sucedía. Así, pocas veces llegaba la pelota a los tres magos. Pero Messi empezó a intervenir en zonas más retrasadas, más centradas, y el Barcelona empezó a encontrarse. Eso, unido a que los sevillistas empezaron a encontrar problemas para salir a la contra como al comienzo del partido, convirtió el choque en unidireccional, y además el gol de Messi, cómo no, de falta, cómo no, y a Sergio Rico, cómo no, respaldó toda esa crecida de juego blaugrana. La buena ejecución del argentino en la falta del gol no exculpa a un Sergio Rico que volvió a dejar sin protección su palo. Otra falta más que se cuela en su meta, una suerte en la que tiene graves deficiencias el meta.
El Sevilla agradeció el descanso, pero tras el mismo recibió 2-1 definitivo
Con tal panorama agradeció el Sevilla el descanso, porque además ya se le veía menos fresco físicamente. Pero viendo cómo arrancó la segunda mitad, no se alegró tanto posteriormente. A las primeras de cambio, en un balón suelto en el área tras un saque de esquina, el Barça montó una segunda jugada en la que se quedó suelto, sin marca, Piqué, que aprovechó para marcar en el área chica.
El Barcelona le había dado la vuelta al partido, y es cierto que sin haber podido armar su maquinaria de juego. Pero aún así, estaba por delante en el marcador. Pero si el lado malo era que el conjunto de Luis Enrique estaba por delante en el marcador sin quizás haber hecho demasiados méritos para ello, el lado bueno era que el Sevilla, con su labor, era el que impedía la mejor versión del Barcelona. Y eso seguía teniendo incidencia, porque los de Emery estaban el partido, muy pero que muy metidos. Es más, hasta echó de menos el empate en un par de ocasiones, una muy clara de Gameiro, que bien pudieron equilibrar de nuevo el encuentro.
Emery quiso ser ambicioso con los cambios de Konoplyanka y Juan Muñoz, y aunque no le dieron el resultado esperado, el Sevilla siguió llegando
Emery tiró de cambios y fue ambicioso, porque además el partido invitaba a ello, salieron Konoplyanka, errático, y Juan Muñoz, casi desapercibido. Con todo, con mayor o menor incidencia en el partido, el Sevilla siguió siendo competitivo. Concediendo ocasiones, claro está, pues el Barcelona encontraba el peligro en su tridente y también pudo marcar.
El final del encuentro fue una lucha entre la intención culé de circular la pelota, de tenerla (salieron Iniesta, Rakitic), y la del Sevilla de robarla y seguir saliendo y llegando al área de Claudio Bravo. Y aunque llevaba la ventaja en el marcador, en el juego tal superioridad no era tal, y tuvo que lamentar algunos balones sueltos en el área, algunos remates perdidos que pudieron dar un empate al Sevilla que habría sido merecido.
No pudo ser, pero si vale de algo, al menos, el Sevilla sí que sacó una lección del Camp Nou de cara a la final de la Copa del Rey. El equipo de Emery compitió bien y pudo sacar algo de Barcelona. Al máximo nivel, a un partido, este Sevilla sí puede competirle al Barça.
Por favor,que alguien le explique a Sergio RIco como se pone una barrera y donde se coloca un portero.....ya van 5 o 6 veces.pone demasiados jugadores y le es imposible ver el balón hasta que no lo tiene encima