El sevillismo empezó a celebrar su nuevo hito, la disputa de una nueva final, bastante antes de que el colegiado holandés Kuipers pitara el final del encuentro entre el Sevilla y el Shakhtar. Con el 3-1 empezó a dar rienda suelta a su alegría, al principio algo contenida, para terminar explotando en el tramo final del encuentro. Y por supuesto, cuando acabó el choque, incluso bajó la lluvia, la afición sevillista que llenó el Sánchez Pizjuán explotó de euforia.
Esa alegría, ese éxtasis, tan manido y conocido ya en Nervión, pronto invadió el césped, donde los jugadores sevillistas saltaban al son del 'Ea, ea ea, nos vamos a Basilea'. Los jugadores, abrazados, cerca del gol norte, se contagiaban de la fiesta del sevillismo, una más, que se vivió de forma única. Tan única como una nueva noche que se guardará en la retina y en la historia del Sevilla FC.