Este 10 de mayo se cumplen 10 años, bonita redundancia, de Eindhoven, que si para el resto de la humanidad es una ciudad holandesa, para el sevillismo es el origen de la felicidad, el origen de los éxitos y la primera final, quizás vivida como ninguna otra. El 10 de mayo de 2006 el Sevilla se proclamaba por primera vez en la historia campeón de la entonces Copa de la UEFA, ahora Europa League. A buen seguro cuando Javi Navarro levantó aquella Copa sobre el césped del Philips Stadium pocos imaginaban que llegaría otra, y otra, y otra, y otra...
Fue una final en la que el Sevilla era más superior y más favorito de lo que a priori se pensaba. Fue una final en la que el Sevilla logró la mayor goleada de una final de la UEFA en toda la historia, y aún hoy permanece ese récord. Fue una final, como este año en 2016, ante un equipo inglés, y una final a la que se llegaba de forma sufrida, mítica, histórica, con aquel gol de Antonio Puerta ante el Schalke un jueves de Feria. Fue una final en la que se volcaron todos los sevillistas como si fuera la última, porque en realidad casi pensaban que sería la última, que sería la única y quién sabría cuándo se podría repetir. Evidentemente, nadie pensaba lo que ocurriría años más tarde.
Pero quizás esa es, mirada con perspectiva, la belleza de aquel día 10 de mayo, que nadie sabía lo que ocurriría y que nadie sabía lo que en aquel momento se fraguaba. Por eso los prolegómenos en la Mark Platz, por eso la llegada del autobús al Philips Stadium, por eso aquel tifo del anciano y centenario sevillista (rescatado desde entonces en cada final europea) fueron tan especiales, porque entonces se vivieron como únicos, y fue la única vez, porque ya todo lo que llegaría siempre tendría un primer origen, un primer recuerdo.
Como también fue la primera vez que el sevillista tenía ante sí un Sevilla poderoso, imparable. Un Sevilla que luego sería glorioso, con jugadores que empezaban a hacer historia. Kanouté, suplente en aquella final; Saviola, que partió como estrella pero que fue destituido al descanso; Luis Fabiano, que explotó con ese cabezazo mágico; Daniel Alves, que ya era lo que apuntaba; Renato, Maresca, Adriano, David, Javi Navarro, Escudé, Martí, Palop, Jesús Navas... Allí fraguaron su primera leyenda. Y por supuesto Juande Ramos, el técnico que formó aquel equipo campeón y que lo llevó a cotas inimaginables.
Bajo la presidencia de José María del Nido, aquel 10 de mayo el Sevilla se convirtió, sin saberlo, en lo que es hoy. Un club y un modelo referente no solo ya en España, sino a nivel continental. Y sobre todo se convirtió en una fuente de felicidad para todos los sevillistas.
FC MIDDLESBROUGH (0): Schwarzer; Riggott, Southgate, Queudrue (Yakubu, m.70), Parnaby; Rochemback, Boateng, Downing, Morrison (Maccarone, m.46); Hasselbaink y Viduka (Cattermole, m.86).
SEVILLA FC (4): Palop; Daniel Alves, Javi Navarro, Escudé, David Castedo; Jesús Navas, Martí, Maresca, Adriano (Puerta, m.86); Saviola (Kanouté, m.46) y Luis Fabiano (Renato, m.72).
Final de la Copa de la UEFA
Estadio: Philips PSV Stadion ante unos 32.000 espectadores.
Árbitros: Herbert Fandel (ALE). Amonestó a los jugadores del Sevilla Daniel Alves (m.52), Escudé (m.80) y Maresca (m.85) y al de Middlesbrough Rochemback (m.83).
Goles: 0-1, M.26: Luis Fabiano. 0-2, M.78: Maresca. 0-3, M.84: Maresca. 0-4, M.89: Kanouté.