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Un camino de piedras y barro hacia la gran final

Ángel Aguado

Todos los sevillistas recuerdan a la perfección el gol de Puerta al Schalke 04, y los cuatro tantos al Middlesbrouh en Eindhoven que le proclamaron campeones de la UEFA hace justo hoy diez años. Evidentemente, son los dos momentos clave de un periplo histórico que tuvo de todo. El Sevilla superó el frío y el fango ruso, el hambre alemana, el ritmo inglés y la potencia francesa antes de alcanzar la gloria. Una andadura que echó a andar en el Ramón Sánchez-Pizjuán un 15 de septiembre de 2005, ocho meses antes de alzar la copa el 10 de mayo.

El arranque fue precisamente ante el Mainz 05 de Jürgen Klopp, quien se enfrentará con su Liverpool al plantel de Unai Emery en Basilea el próximo 18 de junio. Aquel era el tercer partido de una temporada que comenzaría con múltiples dudas y que acabaría con lágrimas de alegría y emoción. El encuentro no pasó del 0-0, y tuvo que aparecer Kanouté en la vuelta para decidirlo. Doblete del de Malí, que ya hacía presagiar con sus detalles que se ganaría un hueco imborrable en la memoria del sevillismo.
El arranque fue precisamente ante el Mainz 05 de Jürgen Klopp, quien se enfrentará con su Liverpool al plantel de Unai Emery en Basilea el próximo 18 de junio

El triunfo clasificaba al Sevilla para una fase de grupos sólo a ida que les mediría al Besiktas turco, al Zenit de San Petersburgo, al Vitoria de Guimaraes y al Bolton inglés. Quedaría primero el plantel de Juande Ramos con 7 puntos de 12 posibles, empatado con el Zenit. La primera piedra a superar fue en Nervión, ante 45.000 almas, contra el Besiktas. El resultado fue de 3-1 a favor, aquel 3 de noviembre, con un nuevo doblete de Kanouté y un gol de Saviola. La segunda, el cuadro ruso, que daría la sorpresa con dos goles de Kerzhakov (que firmaría por el Sevilla dos años después), para asentar un duro golpe 2-1. Pero ya tenía garra de campeón aquel Sevilla, que se sobrepondría venciendo al Vitoria por 3-1 en casa (dos de Saviola y otro tanto de Adriano), y empatando en Inglaterra frente al Bolton 1-1 (Adriano). 

Los blanquirrojos terminarían líderes, lo que les encuadraría en dieciseisavos de final con el Lokomotiv de Moscú. En la ida, golpearían primero. A domicilio, los de Juande obtuvieron una renta favorable de 0 a 1 merced a un tanto de Jordi López. En la vuelta, ante sus hinchas, rematarían Maresca y Antonio Puerta, que ya afinaba una puntería que sería decisiva unas semanas más adelante. 
El gol definitivo ante el Lokomotiv lo firmaría un Antonio Puerta que ya afinaba una puntería que sería decisiva unas semanas más adelante.
En octavos tocaba viajar a Francia para verse las caras con el siempre correoso Lille. Y esta vez fueron los galos quienes dieron la sorpresa en la ida, venciendo por 1-0. No obstante, este Sevilla quería la copa y no cesaría hasta conseguirla. Y sobre todo, tenía futbolistas de otra pasta entrenados para hacerlo posible. Kanouté y Luis Fabiano se echaron el equipo a la espalda y remontaron con sus goles (2-0), abriendo las puertas de los cuartos de final.
Allí volvería a luchar con el Zenit, aunque en una cita de mayo envergadura. Con presión, con riesgo, con nervios, con frío, con fango, con lluvia... un escenario casi bélico que conquistaron los guerreros hispalenses. Como el equipo grande en el que acabaría convirtiéndose, golpearon con todo en la ida, sentenciando el pase en el Sánchez-Pizjuán. El resultado de 4-1 pudo ser incluso mayor. Saviola por dos veces, Martí y Adriano sellaban el pase para unas desconocidas semifinales. En la vuelta, en San Petersburgo, Kepa igualó el gol de Young-Min Hyun, congelando las esperanzas de los rusos.

Unas esperanzas que mantenían intactas los de Juande Ramos, que se jugarían el pase a la final ante el Schalke 04. Más de 3.000 hinchas viajarían en la primera de las dos pruebas, en Gelsenkirchen, a un equipo encaminado a alcanzar la gloria. El resultado de 0-0 dejaba todo abierto para la vuelta. Múltiples complicaciones tuvo que superar el Sevilla en Alemania para mantener la portería a cero, pero un mágico Palop y un trabajadísimo entramado defensivo frenó a los Altintop, Lincoln, Asamoah, Kuranyi y compañía. Aquel día se disparó el sueño de ser campeón y surgió la Colina de Gelsenkirchen, cuya herencia ha sido denominada como la Colina de Nervión. Diez años después, sigue convocándose previamente a las fechas clave. 
En la vuelta, el desenlace ya es más que conocido. Puerta puso la alfombra roja para que Luis Fabiano, Maresca en dos ocasiones y Kanouté certificasen el día más feliz de la historia contemporánea del sevillismo. Con todos ellos empezó la década más exitosa de un Sevilla que aún tiene ganas, que aún tiene garra, que aún lucha por seguir ampliándola.

 

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