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La sevillana de Basel, el sevillista de Vietnam y los expertos en finales

Á. Ramírez-J. Liaño

Después de 10 años de finales el Sevilla adquiere automatismos, costumbres, bonitos hábitos. E igual que lo adquieren sus aficionados, que pueden considerarse realmente unos expertos en finales. Si en banquillo Emery tiene la experiencia, en el campo los Krychowiak, Gameiro o Vitolo se echan el equipo a la espalda, en los desplazamientos de cada final son los seguidores sevillistas, anónimos y ya no tan anónimos, los que dan el do de pecho.

Alberto, Julio y compañía saben bien de disfrutar de finales, y saben bien, como diría Unai Emery, de disfrutar el momento, de vivirlo. Por eso ellos, como el año pasado en Varsovia, van a conocer el terreno de primera mano. Lunes noche y ya pueblan Basilea, o Basel, porque el matiz del nombre es importante desde que se emprende el viaje.
Antes de aterrizar y antes de empezar a vivir sobre el terreno la enésima final, aunque ellos mismos reconocen esta “es especial”, “sobre todo por el rival”, al que por entidad preferían, ya esta avanzadilla sevillista ha conquistado el avión, ha conquistado a los azafatas y azafatos (aunque contaron con la ayuda de irresistibles viandas) y ha conquistado hasta el piloto, que en el momento que salió brevemente de la cabina se volvió con una bandejita de lomo de la que dieron buena cuenta.
Y como de hacer sevillismo por el mundo se trata, no hay fronteras que paren la conquista. Bien lo sabe Melanie, para la que sin duda no hay fronteras que valgan. De padre vietnamita, de madre vasca, de Bilbao, nacida en Colmar, Francia, y con novio sevillano, de Pino Montano, “sevillista, claro, aunque a él lo que le gustan son las motos”. Es azafata del vuelo de EasyJet con destino Basilea, Basel, y tampoco se resiste al jamón.
Como tampoco se resiste Isabel, aunque tras mucha insistencia de los ‘expertos en finales’. Isabel es “sevillana nacida en Basel”, “y sevillista, claro”. Vuelve a su ciudad, donde vive y nació, tras un tiempo en Sevilla, su otra ciudad, donde tiene toda su familia. Lleva una gran pena y se queja de que St Jakob “es muy pequeño, mucho más pequeño que el Sánchez Pizjuán, y no hay entradas”. “Me han llegado a pedir mil francos suizos por una entrada, es demasiado dinero. No podré ir al campo como me hubiera gustado”.
Se consuela al menos dando todo tipo de indicaciones a esos ‘expertos en finales’, que de todas formas, como expertos que son, ya tienen bien estudiado el terreno, las distancias y la ubicación de la Fan Zone del Sevilla para el miércoles.
Así se agota un vuelo, una ida más, que acaba con el primer desembarco de sevillistas en Basel, que los recibe con una temperatura fresca, casi fría, y con humedad.
Nada que no conozcan ya los expertos, que se las saben todas… y también las finales. 
 
 

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