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La curiosa historia de Jonas Eriksson, el multimillonario árbitro que dirigirá la final

Á. A.

La UEFA ha designado para dirigir la final de la Europa League de Basilea entre el Liverpool y el Sevilla al particular colegiado Jonas Eriksson. Una decisión que no ha dejado indiferente a nadie, pues el sueco no es un árbitro más dentro del panorama internacional. Su fama va más allá del ámbito deportivo, donde tiene la consideración de un buen trencilla. Lo que realmente ha colocado a Eriksson en el foco de las miradas es su patrimonio personal. A sus 42 años, es multimillonario, pues ganó 10 millones de euros tras comprar el 15% de los derechos globales de una empresa de derechos deportivos. No obstante, su pasión futbolera le hace seguir sobre el verde. Para Jonas, su vida pasa por vestirse de negro, salir con el silbato en la boca y hacer su mejor esfuerzo cada partido.

Eriksson comenzó su carrera arbitral en 1994 y seis años después accedió a la Primera División de Suecia. Los torneos juveniles como la Eurocopa Sub 17, de Dinamarca, en 2002, año en que empezó su trayectoria internacional, dirigiendo algunos encuentros de la Eurocopa Sub 21, de 2006/2007, en los Países Bajos, daban cuenta de su proyección. El 12 de octubre de 2006, en el estadio Santiago Bernabéu, debutó en la Champions, en la victoria del Real Madrid por 3-0 al Zenit y, un año después fue elegido por la FIFA para el Seminario de Árbitros de Primer Nivel, evento que se realizó en Roma del 5 al 9 de febrero. 
No obstante, su fama saltó al estrellato en 2005. Hay que indicar que a sus inicios profesionales como colegiado (antes fue futbolista), Eriksson ganaba en torno a unos 50.000 euros anuales, a los que habría que sumarle otra cantidad que obtenía de su trabajo en IEC in Sports, una empresa dedicada a comercializar con derechos deportivos que poseía oficinas en Europa, Oriente Medio, Asia y Oceanía. Tan bien le iba en este sector, que en la citada fecha, el nórdico apostó por invertir hasta comprar el 15% de los derechos globales de la empresa. Y le fue bastante bien. Tres años más adelante, otra compañía decidió comprarla por unos cuantos millones de euros, obteniendo Eriksson más de 10.
Un árbitro que dirige partidos por Hobby, pero que no se plantea un cambio, según afirma a sus más allegados. "He tenido una vida fantástica como un hombre de negocios. Pero desde 2011, me dediqué a ser un árbitro profesional y estoy teniendo el mejor momento de mi vida”, declaró Jonas Eriksson a la UEFA, ente que lo decretase para impartir justicia en  el Real Madrid - Juventus de la Champions League del año pasado.
Y no lo hace nada mal, a excepción de alguna otra polémica en el Mundial con Argentina o en el Manchester City-Barcelona de Champions de 2014, con rajada de Manuel Pellegrini incluida. Hasta 2010, con más de 200 partidos en su recorrido, sólo había señalado nueve penaltis, había expulsado a ocho jugadores y amonestado a 132 futbolistas, manteniendo un promedio de menos de tres tarjetas por encuentro. Unas cifras que lógicamente han aumentado en este tiempo, pero siempre con mucha discrepción.
Cuando otros podrían haber decidido retirarse y disfrutar de los millones, él prefirió cumplir su sueño y vivir del arbitraje, del fútbol, al fin y al cabo. Este miércoles en el St. Jakob Park, tendrá su particular protagonismo en la final ante Liverpool y Sevilla, aunque por el bien de ambos clubes, será mejor que éste se quede en toda la parafernalia que engloba su patrimonio económico y no en su actuación sobre el césped. 

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