Año de oro, filial de plata

Un año de oro para el Sevilla y un Sevilla Atlético de plata. El filial sevillista ha consumado este domingo 26 de junio un ascenso histórico a Segunda división. Con tensión, con enorme emoción, con un Viejo Nervión en la Ciudad Deportiva que se convirtió en el Ramón Sánchez Pizjuán, con una tanda de penaltis agónica, con héroe que pudo ser villano y con unos chavales que llaman a las puertas del gran Sevilla, el Sevilla Atlético logró el sueño del ascenso a la Segunda división, la que se llamará Liga 2 a partir de la próxima temporada.

La fiesta que se vivió en la carretera de Utrera da solo una breve y a la vez espectacular visión de lo que supone este ascenso para el club por supuesto, pero también para una plantilla y un cuerpo técnico que han hecho historia en el club. El Sevilla Atlético asciende a Segunda nueve años después tras unas eliminatorias de play offs complicadas pero trabajadas y tras un partido final propio de película de suspense. Un gol del Lleida, un fallo de Churripi, José Antonio Caro, el ímpetu y las ganas del Sevilla Atlético, una mano salvadora del mismo Caro en la prórroga, y una tanda de penaltis que parecía que se torcía con el fallo de Carlos Fernández pero que dio un giro con la parada de Caro y con el gol… de Caro, porque fue el mismo portero el ejecutor, el encargado de marcar esa pena máxima que daba el pasaporte de plata a la Segunda división.
El Sevilla Atlético quizás mereció más durante los 120 minutos reglamentarios del encuentro, pero también es cierto que el Lleida en la primera mitad mostró sus credenciales, que pudo hacer algún gol y que el equipo catalán se mantuvo tremendamente firme en defensa. Realmente, esa fue la historia del partido, la de un Sevilla Atlético confiado, voluntarioso, con argumentos, pero que sin embargo no pudo hacer hueco en el muro del Lleida, que en realidad aprovechó bien su gol al comienzo de la segunda parte, en el que Caro pudo hacer más, para construir su encuentro, su guion de partido que en la primera mitad había sido escrito con las contras que permitía el filial de Diego Martínez. 
Era, en realidad, el ímpetu del Sevilla Atlético, su juventud, ante la serenidad del Lleida, su veteranía. Esa fue la batalla, como lo fue en la ida y como lo ha sido en la vuelta. El conjunto sevillista, en todo caso, no es que se volviera loco, esa juventud y ese ímpetu a veces se confundía con precipitación, pero en realidad este filial es maduro, maduro como para reponerse del gol encajado en la segunda parte y tomas las riendas del partido incluso en la prórroga, ayudado por la salida de Cotán en la prórroga y por un Diego González muy entero que ayudó a mantener al equipo.
Pero esas buenas formas sevillistas no dieron para que en los 120 minutos se decantara el encuentro. Y el duelo se marchó a los penaltis.
Ahí es donde apareció Caro, apareció el sevillismo, apareció el corazón y hasta la fortuna que siempre reina en los penaltis. El meta paró su penalti, como se lo prometió a Carlos Fernández tras su fallo. Luego se alió con el palo y finalmente fue el ejecutor que sentenció el ascenso a Segunda división. 
 

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