Es Noticia
Sevilla FC
2-1
Spartak de Moscú

Perestroika

Lenglet celebra con sus compañeros el 1-0.
Álvaro Ramírez

Perestroika (перестройка), reestructuración, cambio, tránsito en español. Una serie de decisiones, políticas, gestiones que en su conjunto confirmaron un nuevo escenario, un nuevo estatus, no exento de sufrimientos y traumas. Hablamos del Sevilla FC (también de la Unión Soviética en homenaje a los espartanos moscovitas), que ante el Spartak confirmó un cambio, una nueva versión, aún no definitiva ni completa, pero mejorada, que le ha dado de momento para corregir el tiro en la Liga de Campeones y ver el futuro continental más claro.

En el día en el que tenía que dar la cara, la dio. Lo tiene en el ADN este equipo, lo tiene en cada granito de la vetusta piedra del Sánchez Pizjuán y en cada bordado de su escudo desde hace años, lustros. Pero también dio la cara este Sevilla porque algo, y poco a poco, ha cambiado, va cambiando, aunque la transformación aún está por completar si no encuentra el gol con más asiduidad, si sus delanteros no empiezan a ser DELANTEROS con Mayúsculas. 
Este Sevilla ya presiona. De hecho, fue una de las grandes noticias futbolísticas de esta noche de Liga de Campeones. Mensaje a navegantes de la Guerra Fría futbolística europea y española, el Sevilla puede y sabe presionar. Puede y sabe, cómo no, dejarse cada jirón de piel en cada balón dividido, pelear cada pelota que anda suelta, insuflar aliento en la nuca a cada defensor que tiene la papeleta de sacar la pelota desde atrás en Nervión. El Sevilla tiene alma y corazón. Calidad ya se presuponía, se sabía, pero el espíritu se echaba de menos. En esta noche de los muertos volvió. 
En líneas generales el Sevilla hizo un buen partido, al menos hasta los últimos 10 minutos, un buen papel que debió traducirse en una mayor ventaja en el marcador, pero sigue andando muy escaso de eficacia
El Sevilla presionó. En otras fechas era una seña de identidad. Pero en este Sevilla de Berizzo era una característica apuntada, apalabrada, pero no mostrada. Ante el Spartak lo hizo. Porque además tenía una referencia clara, el partido de Moscú. Antes de recibir la cascada vergonzante de goles, los 10 minutos sevillistas fueron casi lo mejor de la temporada. La primera parte, con una presión intensa, aplicada con sentido, convirtió al Sevilla en un equipo de mayor tamaño. Robaba, jugaba, combinaba y de vez en cuando remataba, menos de lo debido. Pero eran características que necesitaba el conjunto sevillista para crecer en sí mismo. Y así creció. 
Luego confirmó el equipo que se encuentra más cómodo a día de hoy con el doble pivote, o cabría decir se encuentra más cómodo con N'Zonzi. No es cuestión de ponerle falta alguna a Pizarro tras un gran partido suyo, pero el francés estuvo inmenso. Da una seguridad adelante y detrás al equipo de valor incalculable. Sumados al gran partido de Banega, con golazo incluido, dan un centro del campo con sentido. Si es el mejor posible ya se verá cuando la perestroika queme etapas.
Lo que sigue faltando es el instinto asesino, el remate, la sentencia. Hasta cuando empieza a generar, no traduce todo lo que debe. Ben Yedder no es un mal delantero, es un buen delantero, pero quizás no el mejor delantero posible ni único para el Sevilla. Muriel será un buen delantero, incluso mejor que Ben Yedder, pero no parece ser el '9', al menos a día de hoy.
Pero por ahora es bueno saber que cuando llega el día, cuando llega el momento, cuando llega la oportunidad, el Sevilla se recompone. Lo ha hecho tradicionalmente en los últimos años de manera sobrada y conocida. Pero quedaba alguna duda acerca de cómo se comportaría en este caso, con un nuevo entrenador, con nuevos condicionantes. Y la respuesta es que ya sea por el ADN, ya sea por la advertencia clasificatoria de Moscú, el Sevilla volvió a hacerlo, volvió a aparecer. Y de forma además ciertamente positiva. Porque es de sobra conocido que el Sánchez Pizjuán es ayuda y apoyo en cada partido en casa, y también es de sobra conocido que el equipo nervionense cuenta con jugadores de mucha calidad, superiores a los del Spartak. Lo que no era tan conocido ni tan visto hasta la fecha era que este equipo mostrara algunas caras y algunos matices desconocidos hasta el momento, o casi. La mostró esta noche de Liga de Campeones.
Fue una buena primera mitad. Quizás anduvo el Sevilla algo escaso en el remate. Pero dominó, robó, presionó. Y marcó, en un saque de esquina y cabezado de Lenglet. No fue algo puntual. No lo es cuando se alcanza línea de fondo por derecha, Sarabia, y por izquierda, Nolito y Escudero, de forma asidua. Quizás en el debe queda el ajuste de ese centro del campo. Pizarro y N'Zonzi arrancaron demasiado en paralelo, pero supieron escalonarse con el paso de los minutos, y con libertad el galo se convierte en un activo envidiable para el Sevilla. Se ofrece a las transiciones, ve líneas de pase, roba balones en zona comprometida para los rivales, va bien de cabeza... Y es aliado de Banega. A lo mejor Pizarro, que anduvo bien con algunos matices, es un buen complemento en ciertas ocasiones, pero no le habría venido mal al Sevilla en verano otro futbolista de diferente perfil como complemento de N'Zonzi. 
El gol de Zé Luís instaló los nervios en el estadio y en el equipo nervionense, que desapareció del partido y empezó a renegar de la pelota, pero afortunadamente la zaga se mantuvo firme con Lenglet y Kjaer
Fue, en definitiva, una buena primera parte. Con llegada, jugada por banda, presión, robos, los futbolistas implicados, metidos y generalmente acertados y un gol (coloso Lenglet) para el saco. Y la continuidad también fue buena, por momentos hasta mejor. Banega, con un Spartak algo más alocado, empezó a encontrar espacios, como lo hicieron Ben Yedder, Sarabia y Nolito. Le sigue faltando al Sevilla más remate, más eficacia, porque incluso con el 2-0 con el golazo de Banega, pudo y debió matar el partido, aumentar su distancias, pero no lo hizo. Tuvo oportunidades en unos buenos minutos propiciados por una idea de equipo unitaria, sin renunciar a la presión, pero a la vez bien armado atrás con Lenglet y Kjaer, que completaron un gran partido. 
La pena fue que esa falta de eficacia y que la ausencia de ese tercer gol propiciara un último cuarto de hora realmente sufrido, agónico. La victoria puede ser la clasificación, y lo sabían el Sevilla, el Spartak, los 32.000 sevillistas y los cerca de 200 seguidores rusos que estuvieron en el estadio. Faltó para redondear el encuentro. Con los cambios (dos muy obligados por molestias de Sarabia y Mercado) además el equipo de Berizzo bajó enteros, perdió fuerza y precisión arriba, y eso, unido a un gol que no debió subir por mano del Spartak, condujo a un final de infarto, realmente inmerecido para los sevillistas, que debieron de ponerle mejor broche al partido.
Pero no hay Perestroika sin sufrimiento, no hay reestructuración que se deje algo en el camino y el Sevilla quiere avanzar en ese camino. Le quedan muchas correcciones por hacer, y si el cambio no se completa, llegará el trauma. Pero esta noche de Liga de Campeones es una piedra a la que dar continuidad, con mejoras. Así habrá futuro, en la Liga de Campeones o por donde vaya. 
 


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