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Las gestiones de Berizzo ante los conflictos en el vestuario

I.Cáceres Dastis

Steven Nzonzi está señalado desde su sustitución en el descanso contra el Liverpool del pasado martes. Tal y como ha informado Radio Sevilla, jugador y entrenador tuvieron una discusión en el vestuario y el galo se quedó sin salir al terreno de juego en la segunda mitad. Tras esta diferencia de opiniones, Nzonzi se ha perdido las convocatorias contra el Villarreal y el Cartagena y el cuerpo técnico no ha ocultado que las decisiones se deben a un mero criterio técnico.

 
Aunque la idea del club es la de reconducir la situación con el jugador por el bien general, Berizzo es ya experto en gestionar situaciones complicadas con jugadores de su plantilla. La temporada pasada en el Celta, el técnico argentino vivió un caso más grave con Fabián Orellana. El futbolista y el entrenador tuvieron varios encontronazos al comienzo de la campaña. Ante ellos, el argentino intentó lidiar con el complicado carácter del jugador aunque todo estalló en un enfrentamiento con una frase del futbolista.  Berizzo habló entonces de una "falta de respeto inaceptable". El técnico quiso reunirse en su despacho con el jugador. Cuando Roberto Bonano se lo comunicó al chileno en el vestuario, Orellana respondió: "Que se vaya a cagar. No voy". Lo hizo, además, delante de toda la plantilla, antes de abandonar el vestuario y no acudir a la cita con Berizzo.
Lo cierto es que la situación con Nzonzi no es la misma. En el club quieren recomponerlo y el jugador tampoco debe estirar mucho el chicle si quiere estar en el próximo Mundial de Rusia, un escaparate fabuloso para el galo si realmente quiere forzar una salida del Sevilla.
Además, Berizzo cuenta con el apoyo del vestuario. La mayoría de los jugadores del equipo hablan de la buena relación que mantienen con el técnico y valoran con buenos ojos el trato personal hacia el futbolista y el carácter de familia que ha implantado. Tal y como demostró con Orellana, Berizzo le debe abrir la mano a Nzonzi hasta que el jugador quiera. Si el galo no quiere, el entrenador ya demostró que no le tiembla el pulso.

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