Es Noticia
Atlético
1-2
Sevilla FC

Cáliz de resurrección

Correa celebra su gol en el Wanda, el 1-2.
Álvaro Ramírez

La esperanza que todo sevillista albergaba en el fondo de su corazón, quizás encomendado a la grandeza del Sevilla más que a argumentos firmes a los que agarrarse, la ilusión que todo sevillista deposita en la Copa del Rey, más allá de la entidad del rival y el escenario que tenía enfrente, merecía la reacción del equipo, merecía la reacción del conjunto hispalense y merecía la rehabilitación del nombre y el escudo del Sevilla FC, algo deteriorados en las últimas semanas. Y esa reacción llegó. Y de forma brillante, en la Copa, que una vez más ha sido cáliz para la fe sevillista.

Es cierto que es solo la mitad de la eliminatoria, que todavía queda mucho por jugar en el Sánchez Pizjuán y que toda reacción ha de tener continuidad. Pero el 1-2 logrado en el Wanda Metropolitano, la primera victoria de un equipo español en el nuevo campo atlético, por cierto, es una buena base. Una buena piedra para la reconstrucción. Porque el triunfo llegó de forma trabajada, ordenada, y merecida. El equipo de Montella completó un buen partido en Madrid. Y el italiano sacó adelante el encuentro con un buen planteamiento. Más que por sistema, que también, por la colocación.
El Sevilla volvió a mostrarse competitivo, ordenado en la mayor parte del partido, y hasta construyó contragolpes peligrosos; virtudes todas que parecían haber desaparecido del conjunto nervionense
Antes del partido todo era desconfianza. La lógica dictaba que el Atlético llegaba lanzado y que el Sevilla apenas había dado alguna razón que invitara al optimismo. A ello le sumaba una zaga colchonera inexpugnable en 2018, sin un gol recibido, un Diego Costa en racha tras su regreso, un Atlético venido arriba. Y delante un Sevilla tras dos dolorosas derrotas, hundido y desbordado. Pero todo eso, toda esa literatura realista previa, se difuminó en cuanto el partido arrancó, los dos equipos se asentaron sobre el campo y el equipo de negro, así vestía el Sevilla, dio síntomas, latidos, emitió sensaciones diferentes. Porque se colocó bien en el campo, porque se sacrificó y porque tuvo personalidad en el encuentro.
Una cosa llevó la otra y una buena primera parte llevó a una segunda algo más apurada con un cuarto de hora final perfecto, a la que se le unió, para más brillo de la reacción, la remontada. Del 1-0 al 1-2. 
La eliminatoria sigue siendo difícil, porque lo es con el Altético todo envite. Pero el Sevilla se trae ventaja y Nervión sigue siendo Nervión. Y si el Sevilla es el del Wanda, tiene mucho ganado, más allá de la ventaja. 
El Sevilla completó una primera parte de lo más decente desde que llegó Montella. Con sus habituales despistes, debilidades y fugas en defensa, pero con dosis de intensidad, de concentración y con ocasiones. Porque la realidad es que el Sevilla bien pudo haber marcado algún gol en alguna de sus contras, que tuvo dos bastante claras que desaprovechó Correa de forma desesperante, sobre todo la primera de ellas.
Pero si el partido llegaba con un Atlético lanzado y un Sevilla hundido, el partido templó las tendencias. También es cierto que el Atlético no es de esos equipos que te dominan, te controlan y te apabullan. Más bien llega y pega, y suele ser siempre así. Pero el equipo nervionense mostró algunas características que llegan a servir de argumento de esperanza. Se vio que el Sevilla sabe correr, sabe lanzar contras. Y de hecho pudo aprovechar algunas. Se vio que Sarabia debe ser titular siempre en este equipo a día de hoy, y se ve que incluso cuando mantiene cierta disciplina y orden puede llegar a montar una defensa colectiva digna. Sus dos líneas de cuatro entre defensa y centro del campo se sostuvieron, achicaron espacios e incomodaron en la creación, la que se dignaba a aportar, el Atlético. Lo mismo hacían los colchoneros, aunque Nzonzi y Banega se desenvolvían mejor en esos pequeños espacios y en esa presión que los locales, por eso ganó por poco en fluidez el Sevilla. 
Pero a pesar de todo, sigue teniendo algunos despistes que cuestan caro, o que pueden costarlo. Las defensas individuales tienen lagunas, aunque cabe decir que Mercado, pese a perder varios lances con Diego Costa, como central casi puede superar a Kjaer. Al menos es más agresivo. También tuvo algunas debilidades Corchia y más firmes estuvieron Escudero y Lenglet, y eso que el lateral izquierdo encontró poca ayuda en Correa.
El Sevilla tuvo personalidad en todo el partido, y de ello todos tuvieron culpa, pero sobre todo Banega y Nzonzi, que siempre quisieron mandar, quisieron jugar, y la jugada del gol de Navas es una buena muestra de ello
Precisamente el argentino fue el hombre clave del partido, para mal y bien. El mal llegó en la primera mitad. Falló un gol claro tras una gran contra y gestionó de forma nefasta otra bastante clara. A esas dos oportunidades hay que sumar un espectacular disparo de Escudero que salvó Moyá. Paradón, como paradón fue minutos antes otra acción de Sergio Rico que evitó el gol de Diego Costa. Los dos porteros se fueron al descanso como los más destacados en una primera parte provechosa del Sevilla.
Y la segunda mantuvo la misma tónica, al menos en el arranque. El equipo nervionense seguía al menos competitivo, bien colocado y ordenado. Eso apenas dejaba opción al Atlético en ataque, aunque los colchoneros apretaron y ganaron en profundidad y mordiente con Correa, que suplió al descanso a Vitolo.
En lo que se dejó ir el Sevilla en esta segunda mitad fue en el ataque. El equipo de Montella dio varios pasos atrás, o menos, no los dio adelante cuando tuvo la pelota. El caso es que se acurrucó más cerca de su área que la contraria, y las contras se redujeron. Eso no quitaba que con la pelota intentarán construir siempre Banega y Nzonzi, y que alguna de esas jugadas llegara a campo contrario y propiciara alguna que otra oportunidad, pero mucho menos claras que en la primera parte.
Estaba el partido en tensión, llegando a minutos decisivos, cuando el Atlético asestó su golpe. Más o menos buscado, el caso es que un rechace dentro el área le cayó a Costa y el hispano-brasileño ahí no perdona. Marcó el atacante y castigó, quizás en exceso, al Sevilla.
No había hecho cambios hasta entonces Montella, que se decidió por Jesús Navas por Vázquez, pasando a Sarabia a la media punta. Y no pudo ser más oportuno el cambio y la intervención del palaciego. Porque en una de las pocas salidas aseadas de la pelota, por obra y arte de Banega, el Sevilla montó una buena jugada en velocidad, conducida por Correa, que el canterano convirtió en gol con un pase y un rebote. Más bien lo hizo Moyá, porque el centro de rebote parecía irse fuera y la metió en su portería el meta atlético.
El tanto, llegara como llegara, hacía justicia al partido del Sevilla y al partido en general, pero quedaban aún más de 10 minutos para el final del encuentro. Y el conjunto de Montella no había dicho la última palabra. Que la tuvo Correa. Si no mató en la primera parte, lo hizo en la segunda, aprovechando una peinada inteligente de Ben Yedder y una siesta de Savic. El argentino lo hizo esta vez de cine y desmpolvó los focos y las cámaras para un Sevilla que cobra ventaja en estos cuartos de final en una eliminatoria difícil, pero que puede servir para volver, para volver a ser ese Sevilla que se echaba de menos. Lo vimos en el Wanda, cabe esperar volver a verlo en la mayoría de los partidos en adelante.
 


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