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Sevilla FC
1-2
Bayern Múnich

En manos de la épica

Ben Yedder, cabizbajo mientras que Bayern celebra el 1-2.
Álvaro Ramírez

La rudeza, la dureza, la realidad de la Liga de Campeones se hace más cruda y rotunda en el grupo de los elegidos, en ese grupo de ocho, solo ocho, capaces de alcanzar los cuartos de final de la mayor y mejor competición de clubes del mundo. Esa realidad llevó rostro este martes, llevo faz de equipo alemán, del mayor y mejor de ellos, el Bayern de Múnich, que truncó, en gran parte, el sueño sevillista. Los de Montella cayeron en el Sánchez Pizjuán 1-2 ante un equipo que fue mejor, que tuvo más la pelota y que aprovechó mejor las debilidades del rival. Porque evidentemente hay más debilidades en el Sevilla que en el Bayern. Quizás, eso sí, un Sevilla con algunas otras armas, con Banega en el campo, con otro sustituto que no fuera Pizarro, con más físico, podría haber intentado restar desequilibrio ante el campeón germano. Pero no todas las noches surge la mejor versión para minimizar la contraria. Y si además la fortuna no está de cara...

El Sevilla, en todo caso, aun con la derrota, demostró ante el Bayern que puede pelearle cualquier partido, al menos parcialmente. Demostró que es capaz de hacerle daño, demostró que tiene armas valiosas y todo ello lo demostró en la primera parte, porque en la segunda el equipo de Montella, colaboracionista con su retraso en los cambios, se cayó. Física y mentalmente. El 1-2 de este encuentro en Nervión solo deja espacio para la épica en el Allianz Arena. Solo deja espacio para una gesta tan grande que quizás nadie la haya conseguido. Pero deja espacio. Recóndito, mínimo, pero espacio. Si no que le pregunten a la Juventus.
El Bayern fue superior en la segunda parte, aunque tampoco tuvo demasiadas ocasiones; el equipo alemán mejoró ostensiblemente con la salida de James, por lesión de Vidal, y además contó con fortuna en la segunda parte
La primera parte del Sevilla fue buena, tuvo ocasiones, defendió bien y llegó con peligro. Acompañaba también el físico. Con Lenglet, Nzonzi, Sarabia y Escudero como principales sostenes, incluso se adelantó en el marcador, para luego tener la mala fortuna de perder su ventaja en dos rechaces propios. Con el de Navas llegó el pronto empate. Con el de Escudero, en la segunda mitad ya, llegó la victoria bávara. Pero sería injusto atribuir al azar ese segundo tanto, porque para entonces el Bayern llegaba y llegaba, controlaba y controlaba y el Sevilla ni la olía. Ahí se acordó de Banega, se acordó de quien trajera a Pizarro, que no estuvo al nivel y perdió la pelota cuando los suyos más la necesitaba, se acordó del Mudo, que no leyó el encuentro y apenas bajó (lastrado por su cansancio corriendo tras la bola) a ayudar a aumentar la posesión, y se acordó de la familia de Montella, porque más de uno en la grada tuvo lengua viperina dirigiéndose al banquillo ante el retraso incomprensible en los cambios ante un equipo muerto físicamente harto de correr tras la pelota.
Con todo, tiene un espacio, tiene un mínimo sueño el Sevilla, que parece eso, solo un sueño, el de batir al todopoderoso en su casa, en su estadio. Porque, eso sí, volvió a competir ante uno de los más grandes y nadie le podrá reprochar que no diera la cara. 

Una buena primera mitad

Que el Sevilla se crece en Europa es algo ya de sobras conocido. Se crece en concentración, se crece en intensidad y en inteligencia durante el partido. Por eso se suele convertir en un equipo incómodo para cualquier rival, por más que haya diferencias millonarias en cuanto a presupuestos y en cuanto a calidad. Ante el Bayern, el equipo nervionense hizo lo propio, mostró su versión continental de inicio, con un plan bastante definido. El Bayern, sin Messi y salvando algunas distancias, es una especie de Barcelona que te domina, te juega y te agobia con la pelota. Pero el plan de Montella preveía esa circunstancia. Por eso el Sevilla supo aguantar con sapiencia esos malos momentos de agobios, esos momentos en los que el Bayern tocaba y tocaba (a veces más de un minuto seguido), sin que el los sevillistas interceptaran. Eso sí, cuando ocurría, cuando el Sevilla recuperaba la pelota, sabía lo que hacer. Salía rápido a la contra, y ahí hacia daño, Correa, Sarabia, Ben Yedder... tenían bien aprendida la lección. Tocar rápido y en largo.
El caso es que el encuentro, tras la carta de presentación germana, se igualó. Y el Sevilla no solo empezó a defender con orden, sino a salir y a atacar con peligro. Sarabia pudo y debió marcar en una ocasión clarísima tras un balón rebotado en el área, pero lo hizo más tarde. Apareció en el segundo palo en un inteligente pase de Escudero, controló de ¿pecho? y batió, esta vez sí a Ulreich. 
Con el gol el Sevilla creció incluso más, cogió más confianza con la pelota y siguió llegando. Tanta confianza cogió el conjunto de Montella que se fue a presionar en una segunda jugada casi todo el equipo arriba. La pelota salió con calidad de la zaga alemana hacia Müller, y se desencadenó el mal, porque el internacional teutón cambió a James, que había salido por el lesionado Vidal (cambio que no le vino nada bien al Sevilla), y este a Ribery, con la mala suerte de que su pase se lo colara en propia puerta Navas. Le pelota entró llorando. Por la pena de que durara solo seis minutos la valiosa ventaja del tanto local.
El Sevilla corrió y corrió tras la pelota durante la segunda mitad, hasta que se fue quedando sin fuerzas, y ahí apareció el Bayern y llegó el segundo gol alemán
La segunda parte, para mal sevillista, tuvo solo color alemán. Rojo en este caso. Dominó absolutamente el encuentro, de la mano de James (qué mal le vino al Sevilla la lesión de Vidal). Empezó a llegar por las bandas con peligro, empezó a acumular futbolistas el Bayern cerca del área y empezó a llegar el peligro. Salvó una clara Soria, pero con James, Müller, Ribery... sueltos cerca del área parecía cuestión de tiempo. De nuevo en un rebote, pero en un remate claro de Thiago, llegó el segundo gol, que martilleaba la cabeza y las piernas de los sevillistas.
Tardaron en recuperarse los de Montella, ya con Sandro y Muriel en el campo, para al menos intentar en un arreón final empatar el partido. Pero lo hubo, muestra de nuevo de personalidad. No acertaron los sevillistas, aunque Sandro puso en algún aprieto a Ulreich, y el partido acabó temiendo por el tercero en contra y soñando con el empate a partes iguales. La realidad fue que el Bayern ganó y se impuso, y que el Sevilla necesita una heroicidad sin precedentes en Múnich. Un milagro. Será, pues, casi cuestión de fe...
 


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  1. Invitado

    Es la diferencia entre un grande de europa de verdad y otro que va de eso.