Difícilmente en un partido podrán pasar más cosas de las ocurridas este mediodía en el Sánchez Pizjuán. Difícilmente en 93 minutos habrá más giros dramáticos, más reacciones, más cambios de guion, más errores, más aciertos y más incidencias arbitrales que en el partido que ha enfrentado al Sevilla y al Villarreal. El equipo nervionense suma un punto que según se mire es bueno, buenísimo, malo o regular. Como hubo cosas hechas bien, mal, muy mal y regular. Si alguien repasa el partido hasta el minuto 77 el resultado es excelente, pues en otros 13 remontó el Sevilla un 0-2 con 10 jugadores. Si el partido se para en el 81, el resultado es hasta malo, porque daba la sensación de que el Sevilla pudo incluso culminar la remontada con un tercer gol. El caso es que el empate, finalmente, debe ser valorado de forma positiva tras el partido, aunque a priori es insuficiente. Fue, en resumen, un rebujito, ahora que estamos en Feria, de polémica y épica.
El partido tuvo de todo. Realmente de todo. Resulta hasta difícil de condensar. Tuvo un mal planteamiento de Montella, pésimo. Tuvo una actuación arbitral sangrante, irrespetuosa incluso, errática, trascendental. Tuvo una lectura horrible del encuentro del Sevilla hasta los últimos minutos y del Villarreal en el último tramo. Y tuvo una reacción orgullosa del Sevilla que se le echaba de menos, se echaba de menos un mayor corazón que acelerara unas piernas que en muchos jugadores parecen pesadas. Todo ese batiburrillo de cosas, toda esa ensalada, todo ese rebujito de incidencias acabó en empate, un empate que por un lado mantiene al Sevilla en la pelea por la Europa League pero por otro le impide dar un paso adelante. La racha negativa, de cinco partidos sin ganar, continúa, y o encuentra el camino para salir de ella o realmente peligrará Europa.
Entre las malas cosas del encuentro estuvo por un lado el árbitro. Pablo Gonzáles Fuertes no hizo honor a su apellido y completó una actuación horrible. Y no solo por la improcedente expulsión a Ben Yedder en la segunda parte, ni por el penalti a Banega no pitado en la primera mitad, sino también por la diferencia de criterio, por la falta de tacto, por la falta de comprensión con las circunstancias del partido, por el miedo al desarrollo del encuentro (añadió de forma increíble solo tres minutos de descuento y pitó hasta 15" antes, deseando acabar el suplicio). Perjudicó al Sevilla, evidentemente, pero desquició a todos por igual.
El entrenador italiano del Sevilla tiene cosas buenas, y cosas malas. En la Liga está demostrando estas últimas. Está agotando de forma temeraria al equipo, hasta el punto de tener a varios jugadores bajo mínimos físicamente. Sarabia, Franco Vázquez, Banega, Muriel... están faltos de chispa. Tienen calidad, aportan cosas, pero su merma, su fatiga, reduce el porcentaje de trascendencia, de relevancia en el juego. El Sevilla lo notó con la lentitud extrema en el juego en la primera mitad, castigada con inteligencia por el Villarreal, que se fue al descanso con ventaja 0-1, en un pequeño caos defensivo en el que participó también David Soria, y pudo hacerlo con más goles (el mismo Soria había salvado un gol antes). Solo esperaba y salía a la contra, copiando el plan con el que el Valencia salió victorioso de Nervión.
Sin chispa, el Sevilla languidecía y el Villarreal crecía, y de hecho la segunda mitad arrancó con esa tendencia entre polémicas arbitrales, que llegaron a su culmen con la expulsión de Ben Yedder. A los pocos minutos, el exsevillista Bacca aparentaba matar el partido con un segundo gol de resolución impecable. Realmente, el Villarreal ganaba con justicia.
Pero entonces, con todo decidió, 'apareció' el Sevilla, ese Sevilla épico, ese Sevilla del Sánchez Pizjuán. Tardó, porque pudo reaccionar antes a través de un penalti que erró Nolito, pero esa pena máxima sí que sirvió al menos para equilibrar numéricamente el partido, ya que Jaume Costa fue expulsado por la segunda amarilla.
Además, el de Sanlúcar logró redimirse con un gol al poco de fallar el penalti. Ese tanto revolucionó el Sánchez Pizjuán, que explotó cuando Nzonzi se sacó un latigazo atípico desde 30 metros para igualar el encuentro. Acción en la que se prodiga poco el francés, pero el golazo que metió sirvió para igualar el partido.
A partir de ahí, con 10 minutos por delante, el Sevilla lo dio todo, se lo dejó todo en el campo, y la sensación era de remontada completa, pero faltaron fuerzas, eficacia y faltó que el árbitro actuara de forma más natural, pues siguió laminando las posibilidades nervionenses.
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