El Sevilla ha vuelto a caer en el Camp Nou, ha recibido un gol de Messi y sale goleado de Barcelona. Son ingredientes de la típica derrota nervionense ante el Barça en la Ciudad Condal. Pero en realidad, el encuentro del Sevilla en el estadio culé no fue ni malo ni desastroso. Eso sí, falló donde no solía fallar en las últimas semanas, las áreas. Propia y rival, aunque tuvo mucho que ver en esto Ter Stegen, que sacó hasta cuatro ocasiones claras del Sevilla. No tuvo contundencia ni acá ni allá el equipo de Machín. De haber acertado alguna, o haberse relajado Ter Stegen, quizás el encuentro podría haber sido otro, incluso después de que el Barça cogiera distancia en el marcador.
El partido, realmente, fue cuestión de momentos. Un cúmulo de circunstancias, de detalles, que fueron a favor del Barcelona, por méritos propios o por cuestiones puntuales. El Sevilla ofreció una buena imagen, ofreció personalidad, reacción y hasta juego en varias fases del encuentro, aunque cayó, como suele ser habitual.
El caso es que Messi, cómo no, acertó, al asistir y al marcar, y Arana la mandó el palo. El caso es que Ter Stegen paró una doble clara ocasión sevillista, y a la siguiente jugada Luis Suárez marcó de penalti. El caso es que el VAR pudo señalar penalti en una clara mano de Jordi Alba (como la de Varane en el Real Madrid-Levante de horas antes) y no lo hizo. El caso, en definitiva, es que el Barça mató cada vez que llegó y el Sevilla perdonó en sus múltiples llegadas.
Fuera de las áreas, no estuvo mal el conjunto de Machín. Tampoco brillante, pero anduvo con personalidad, queriendo la pelota, jugando en campo contrario, siendo valiente, con un Jesús Navas espectacular, con un André Silva que aún sin marcar demostró lo buen delantero que es. Y respondiendo, en general, como equipo, con sus carencias, con sus virtudes, pero como bloque, con argumentos. Por eso, la derrota de siempre, no fue la de siempre. Y por eso, pese a todo, y porque la jornada no acompañó mal la derrota sevillista, la caída no fue tan dolorosa, al menos en apariencia.
En 13 minutos le dio tiempo a Messi a marcar la diferencia, primero con una asistencia definitiva a Coutinho (a los dos minutos) y luego con un gol marca de la casa. Luego se lesionó en el codo, esa lesión que tan bien ha conocido el Sevilla en este inicio de la temporada. Pero esa diferencia, la asistencia y el gol, fueron las que marcaron el juego y el desarrollo del partido. Porque el Sevilla, aun sin ser inferior, se veía en el marcador muy por debajo.
El conjunto nervionense, en juego, no le perdía la cara ni al partido ni al rival. En realidad, en juego el choque estaba bastante equilibrado, más allá de que el Barça las metiera y Arana las mandara al palo o que el resto del equipo nervionense no acertara en las zonas determinantes. El equipo de Machín tuvo su personalidad, buscó la pelota, una presión alta, y tuvo sus riesgos, de hecho el 2-0 llegó en una contra fruto precisamente de esa presión tan alta permitiendo tantos espacios atrás.
Pero no encontró remate. Las mil y una incursiones de Jesús Navas por la banda derecha murieron en saques de esquina o en remates forzados y las conducciones de André Silva o el Mudo nunca se transformaban en ventaja. Luego, en defensa, el Sevilla sí que sufría, porque Sergi Gómez, Kjaer y Carriço encontraron problemas ya fuera ante Messi, Luis Suárez, Coutinho o luego Dembele.
Tras el descanso, y a pesar del resultado en contra, de nuevo el Sevilla dio la cara, quiso darla. De nuevo llegadas y más llegadas, pero sin demasiado remate. Y para uno que hubo correcto, más que correcto, magnífico en realidad, de André Silva, salió a la palestra Ter Stegen, que realizó una de las paradas de la noche y de la jornada. El Mudo Vázquez no anduvo demasiado acertado en el rebote, por cierto, que volvió a sacar el meta alemán.
Y como el fútbol y el Barcelona son así, casi a la siguiente jugada Luis Suárez se la lio a Carriço y acabó forzando un penalti que mató el partido.
Bajó el nivel el Sevilla con ese 3-0, pero aún así tuvo llegadas y ocasiones, al igual que el Barça, que tuvo sus contras. Y de hecho encontró un premio merecido, el gol, aunque algo tarde. Fue de Sarabia, con ayuda de Lenglet.
Y hasta entonces, con algo más de 10 minutos por delante, de nuevo el Sevilla tuvo ocasiones claras para marcar y hasta para reengancharse al partido. Con 3-1 de nuevo gozó de una doble ocasión clamorosa par acortar distancia y meter miedo al Barça, pero de nuevo emergió Ter Stegen gigante para sacársela a Sarabia y Ben Yedder.
Y, como ocurrió anteriormente, llegó el Barcelona y pegó, con un gol de Rakitic de volea que consumaba la goleada, y que no celebró por cierto.
La rabia en el Sevilla fue mayor porque en el 90 Muriel, que había salido en la segunda mitad, marcó un buen gol que acortó distancias en el marcador y que sirvió para rememorar todas aquellas ocasiones malogradas y que pudieron dar forma a otro partido, a un partido en el que el equipo nervionense se pudo subir a las barbas del Barcelona si llega a acertar algo más ante Ter Stegen.