Hostilidad con Sergio Ramos, pero dentro de los límites

Una vez más, un Sevilla FC-Real Madrid con Sergio Ramos como gran protagonista, aunque en esta ocasión su incidencia no ha ido más allá del juego. El Ramón Sánchez-Pizjuán nunca lo va a recibir de manera amable, especialmente tras lo sucedido en enero de 2017, pero al menos ha aprendido a no sobrepasar los límites, que suelen ser bajos cuando está de por medio el club capitalino.

Ya en la salida del Sevilla del habitual hotel de concentración hubo quien se acordó del defensa de Camas, también a la llegada del autobús madridista al coliseo nervionense, pero en ningún caso fue de forma mayoritaria.

Ya en el terreno de juego, Sergio Ramos saludó efusivamente a Jesús Navas en el sorteo de campos y también hizo lo mismo con Julen Lopetegui, que fue su entrenador tanto en la selección nacional como en el Real Madrid durante varios meses de la pasada temporada.

Durante el juego hubo algún cántico suelto en su contra, no secundado por la mayoría del estadio, que prefirió animar a su equipo que criticar al futbolista rival. Tambien muchos pitos cada vez que tocaba la pelota, aunque fueron bajando de intensidad a medida de que transcurrían los minutos.

Ni siquiera en la jugada más polémica en la que se vio implicado hubo insultos. Fue en el minuto 61, cuando derribó a Lucas Ocampos en la banda antes de verse superado por el argentino, lo que provocó que Martínez Munuera le sacara tarjeta amarilla.

Lo deseable es que no hubiera insulto alguno, pero a Sergio Ramos le va a acompañas durante su carrera un recibimiento hostil. Que sea como éste, eso sí, dentro de unos límites que no desemboquen en sanciones.