No lo inviten a casa ni por Navidad

Si fuera Papá Noel, se llevaría los regalos. Si fuera un Rey Mago, volvería con la saca llena. Si fuera un asistente, desvalijaría la casa. Y si fuera un ladrón, lo sería de guante blanco. El caso es que el Sevilla es el peor invitado que se puede tener en LaLiga. Ni por Navidad es agradecido. No perdona. Saquea casi siempre. Se ha convertido en el mejor equipo a domicilio de la competición con su victoria en Mallorca, pase lo que pase el resto de la jornada, acumulando seis triunfos y dos empates, 20 puntos, ahí es nada, en 10 partidos. Más que en casa. Y es casi mala noticia que solo le queden en esta Liga nueve partidos a domicilio, menos que como local.

Porque este Sevilla de Julen Lopetegui no tiene clemencia. No necesita ser brillante, ni excelente ni perfecto. Apenas necesita ser el Sevilla para llevarse los puntos. Esto es, disciplinado como pocos, fuerte como ninguno, efectivo sin alardes. Y el resultado de ello es acabar el año como tercero, en Liga de Campeones, responder a sus mini crisis (derrota en casa ante el Villarreal) con contundencia y ser posiblemente a día de hoy el conjunto más fiable de la competición más allá de Madrid y Barcelona.

En Mallorca fue eso. Disciplinado. Con eso y sus virtudes que ya vienen con el sello de este proyecto saca adelante multitud de encuentros, como este de las Baleares. Que es superior a su rival este sábado es evidente, pero más allá de eso hay que plasmarlo en el campo, y eso hizo. Pegar cuando tenía que pegar y defenderse con orden y concierto. Y ahí que se llevó el partido con comodidad para marcharse a las fiestas navideñas con la máxima felicidad. Porque cierra 2019 de forma excelente y con las puertas de un 2020 que invita a ser ambicioso, a pensar en más y mejor incluso.

Inicio raro

El Sevilla tardó unos 5 minutos en enterarse del partido, cosa rara porque el conjunto de Julen Lopetegui es intenso y está concentrado por antonomasia. Pero en esta ocasión, sería por la hora, salió algo más perezoso, y le pudo costar un gol en una buena jugada de Kubo, que dejó en evidencia a Reguilón (la primera de unas cuantas durante el partido) y puso un balón claro que Lago Junior mandó a las nubes en la corona del área chica. Un perdón que equipos como el Sevilla, claro, suelen castigar.

Porque tras esos 5 minutos el Sevilla se puso en marcha, manos a la obra, y a través de Banega y Jordán empezó a dominar el centro del campo, se metió en terreno enemigo y con las incursiones de Ocampos y Navas amenazó al Mallorca en varias ocasiones. Triangulaba casi siempre en corto por la izquierda (Ocampos, Reguilón, Banega, Jordán...) y buscaba en largo por la derecha, donde aparecía Jesús Navas en carrera. Esa fórmula funcionó en varias ocasiones, porque además Munir, desde la derecha, se metía al centro, y Ocampos, desde la izquierda, buscaba más profundidad en el costado izquierdo. Fue algo deliberado y lo cierto es que en varias jugadas funcionó bien para que Ocampos pisara área poniendo en aprietos a Reina, que le sacó un gran disparo, o Navas llegara a poner la pelota desde la derecha.

Así, dominando, gozó el conjunto hispalense de varias ocasiones y saques de esquina, y en uno de ellos apareció Diego Carlos para saltar a lo bestia y aprovechar la cantada de Reina. Puso el 0-1 en un gol en el que el Mallorca reclamó una posible falta del brasileño por manotazo a Baba y en una jugada en la que en la misma acción pudo haber además un penalti a De Jong. Cosas de los córners.

Fue la coronación de un dominio y superioridad sevillista y fue el fin de ese ciclo, pues el conjunto de Lopetegui, con el marcador a favor, se hizo más cohibido, más prudente, y el Mallorca más osado. Se fue más arriba y empezó a equilibrar el partido el conjunto bermellón, que llegó a marcar, pero en fuera de juego, según demostró el VAR. Con todo, sí que el Sevilla dejó de llegar, mientras el Mallorca se ofuscaba con el árbitro sin demasiado sentido.

El VAR acierta y vuelve a acertar

El equipo bermellón salió del descanso con la misma intención de agobiar al Sevilla, pero la realidad es que a día de hoy los de Moreno tienen pocos argumentos para inquietar a los de Lopetegui. Por mucho que lo intente. Por eso el equipo hispalense apenas tuvo que hacer más de lo habitual para encontrarse cómodo e incluso ganar en ventaja. Se defendió concentrado, se mantuvo en orden en defensa y esperó. Alguna contra tuvo, mal gestionada sobre todo porque De Jong arriba nunca ofrecía ni opciones ni rupturas en velocidad, pero el segundo gol llegó en un penalti que tuvo que indicar el árbitro a instancias del VAR. Gil Manzano no lo vio a la primera pero el penalti de Baba a Jordán fue clamoroso por pisotón. Banega lo transformó por el centro.

Y ahí acabó el partido. Puede que incluso hubiera acabado antes. Pero a partir de ese 0-2 ya no hubo más casi que contar. Llegaditas del Mallorca sin que Vaclik se despeinara y contras sevillistas con poca maldad, que evitó que la diferencia en el marcador fuera incluso mayor.

El Sevilla cierra 2019, en este año del nuevo proyecto de Monchi, de forma excelente, recuperando el camino de la victoria tras su tropiezo ante el Villarreal y trasladando un mensaje poderoso a todos sus competidores. Este Sevilla de Lopetegui pelea, se agarra a la competición como pocos, es tercero y no permite bromas. Es un visitante temible y tiene, incluso así, margen de mejora. Buenas nuevas por las que brindar con orgullo en Navidad y Fin de año.

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