La máquina de ganar Sevilla FC está engrasada. Gana, gana y gana. No para de hacerlo. Ha cogido una velocidad de crucero que lo tiene con dirección directa Champions League. El ritmo del equipo nervionense es endiablado, corta el viento, es digno de los más grandes de la tabla, entre los que está por supuesto el Sevilla. Debe llevarle ese ritmo a ese objetivo que es la Liga de Campeones, y veremos adónde en la Copa del Rey y en los octavos de la máxima competición europea. El encuentro ante el Getafe permite al equipo de Lopetegui meter distancia a sus perseguidores en la quinta plaza y además amenaza al grupeto de cabeza. Pero el encuentro ante el Getafe, además de todas esas buenas noticias, además de ese primer gol del Papu, el partidazo de Jordán, Koundé... deja una noticia lastimosa, triste, dolorosa, cada lágrima de Ocampos tras la criminal entrada de Djené cortó el cuerpo de los sevillistas, y así seguirá a pesar de los tres puntos. La lesión del argentino deja esa lágrima en el regusto de la victoria de forma inevitable.
Abstraerse de esa jugada en la que Djené rompió a Ocampos y también de paso el partido con su expulsión, es difícil. Pero el partido del Sevilla es digno de valorar al margen de esas circunstancias. El equipo nervionense debió haberse puesto por delante antes del marcador, de hecho, lo hizo, aunque Martínez Munuera vio una mano de Ocampos que nadie más vio, y de hecho anuló el partido por una mano que de manera evidente en ningún momento volvió a verse. Ni en las imágenes en las que el VAR justificaba la decisión del técnico se veía clara. Antes hasta hubo la opción de un par de penaltis en el área de Getafe. En realidad todo era fruto de un buen juego del Sevilla, un juego rápido, que cambiaba de costado en un abrir y cerrar de ojos por el buen hacer de Jordán y Óliver, por una circulación trepidante, por unos Aleix Vidal y Escudero que no desentonaron sumándose por dentro, por una intervención constante en el juego de Ocampos, por una defensa atenta y atrevida con la pelota, en la que destacó un brutal Koundé, con y sin balón.
El Sevilla completó un gran encuentro. Jugó bien asentado en el campo como suele, pero jugó a una mayor velocidad en las transiciones, sacó la pelota de atrás con confianza y con riesgo, pero con mucho acierto, y con todas esas buenas virtudes desarboló al Getafe, un Getafe siempre aguerrido y pegajoso que ni pudo adherirse al equipo hispalense. La rapidez en el juego no permitió a los madrileños seguir la estela sevillista.
Ese fue el discurrir del encuentro ante la jugada triste, fatal del partido. La lesión de Ocampos, que tuvo que marcharse para que entrara el Papu, marcó el partido por los minutos de parón, la expulsión de Djené, las peleas en la banda... pero incluso para esto estuvo entero el Sevilla, que tras unos minutos de desorientación se situó, se posicionó y retomó su tarea. Cristalizó en un golazo, con una asistencia maravillosa de Jordán a Munir. Con el marroquí el Papu pasó a jugar por dentro y por ahí el argentino decidió el partido con su primer gol en el Sevilla, tiro desde fuera del área con algo de fortuna. Y para que En-NEsyri no se quedara sin su gol, pues antes le habían anulado uno por posición en fuera de juego del Mudo, el pichichi sevillsta hizo el tercero a lo gran goleador, regateando al portero y con seguridad.
El Sevilla entra en la parte decisiva de la temporada con una velocidad brutal, con unas sensaciones y un juego inmejorable, con una pegada nunca vista en el equipo de Lopetegui, pero casi con seguridad sin Ocampos. Muchas buenas noticias y una gran mala noticia.